A menudo las Apreguntas más recurrentes
de los especialistas, docentes, pedadogos y técnicos educativos de los
gobiernos de turno son aquellas que
giran en torno a la lectura. Se preguntan qué es leer y para qué sirve la lectura.
Los interrogantes acerca de los modos o
diferentes maneras de leer atraviesa el quehacer cotidiano de las instituciones
educativas, desde el inicio de la primera infancia hasta la universidad. Los
docentes en las aulas tratan de operar como intercesores entre los estudiantes
lectores y la manera en que abordan las diversas textualidades que circulan en
la semiosfera educativa.
Algunas de las estrategias de lectura
propuestas ,por el especialista en la disciplina semiótica Christian
Vandendorpe, a la hora de encontrarse con las materialidades discursivas son
definidas a través de tres matáforas:
a) el atiborramiento, donde el
lector traga sistemática y concienzudamente todo lo que se le propone b) la
exploración, donde recorre una gran masa de informaciones sin tener en
mente un objetivo bien definido; y c) la
caza, donde está en busca de información precisa (2003:3) .
Algunos docentes tratan de guiar a sus
estudiantes a través del empleo de aquellas herramientas y otros, a lo mejor,
implementarán otros tipos de relaciones lectoras con las textualidades; pero el
texto requiere cooperación y una
orientación didáctica podría ser posible: “El texto está plagado de espacios en
blanco, de intersticios que hay que rellenar… preveer el correspondiente lector
modelo no significa solo “esperar” que este exista, sino también mover el texto
para construirlo. Un texto no solo se apoya en una competencia: también contribuye
a producirla”( Eco, 1993:81)
No hay una única receta o instructivo para
acompañar las prácticas de lectura dentro de las aulas. El escenario didáctico
es variopinto con aciertos y buenos resultados, y por el otro con incertidumbres
y constante revisión de sus estrategias de enseñanza.
En la última década el mundo se tuvo que
“aggiornar” a la inclusión de las nuevas tecnologías y esto también se reflejó
en las escuelas .Con la implementación de las TIC´S(tecnologías de la
información y comunicación) , como dice Alejandro Parada “La variedad de
soportes se ha multiplicado y, necesariamente, el universo manuscrito, el
tipográfico y el digital deben convivir compartiendo sus propios ámbitos”
(Parada,2006:95) la lectura es la misma pero en diferentes soportes que incluye
el atractivo que las pantallas virtuales ejercen en la juventud. Sin embargo
esta pervivencia no modificó ni desplazó al libro convencional sino que existe
en un ambiente dinámico donde la imbricación de los soportes y de las lecturas
se resuelve en un juego dialéctico (2006:95). En el ámbito superior leer es parte del aire que se respira. La lectura en la universidad permite generar pensamientos
críticos a través de una lectura reflexiva de los textos brindados por los
docentes a partir de su puesta en común y establecimiento de relaciones
intertextuales con los demás textos .Además, se lee para formarse ideas y
visiones de mundo; pero… ¿qué es “el mundo” o “los mundos” se preguntará el
común de los mortales?
El mundo para los millenials, generación que
hace su aparición entre los años 90’y 2000, que tienen la particularidad de ser
“nativos digitales” y ,que desde su año
cero, en vez de nacer con un pan debajo del brazo lo hacen con una tablet.
Ellos manejan con gran velocidad y perspicacia las computadoras y navegan sin
dificultades por el océano virtual.
El mundo para los nativos digitales es
rectangular: tablets, neetbooks, iphone 4, y celulares que le permiten ver imágenes, videos de you-tube,
escuchar canciones en spotify y leer
noticias escritas , en ciento cuarenta caracteres ,que desaparecerán en un mar
de códigos cifrados, en el que, otras oraciones aparecerán y desplazarán a las
anteriores superando en el grado de importancia a habladurías de la farándula o
política actual.
Las frases u oraciones que no se
quedaron, vuelan en milésimos de
segundos y hacen honor al ícono semiótico que ilustra su portada: la del
pajarito inofensivo de twitter. También, en la otra red social llamada facebook
, se permiten leer estados de ánimos de amigos
y de gente común y corriente, catarsis del siglo XXI, noticias de último
momento compartidas irrepetiblemente , frases de cabecera o poemas de literatura
de fácil comprensión que bordea la autoayuda instantánea.
En el actual universo líquido y movible,
donde las dinámicas sociales y de lectura se modifican constantemente, el
término navegación sería el indicado para denominar a este universo descripto
ya que, el atrevido navegante lector, estaría obligado a dirigirse de una ruta
a otra donde no existirían referencias estables y claras. (1999:1) Las redes
sociales bombardean sucesivamente con un cúmulo de desinformación que nos direccionarían a otro espacio
digital, el de la dictadura de la imagen.
Aplicaciones de celulares como instagram,
snaptach y otras conviven con la
escritura: videos caseros instantáneos e imágenes movibles nos situarían en un
nuevo espacio lector, que los expertos llaman “hipermedio”. En este lugar el
lector “surfea” y engendra un nuevo consumo de los signos, situado a mitad del
camino entre el libro y el espectáculo pero al mismo tiempo ese lector ,apenas,
capta más que imágenes o fragmentos textuales
(1999:2)
Terminado este recorrido, volvamos a lo
fundamental que es responder a las preguntas generales que dieron inicio al
presente ensayo: ¿Para qué leer? ¿Qué tipos de lecturas efectuamos en un contexto íntimo? ¿Qué hacemos con las
frases o párrafos en un libro que nos conmueven, movilizan e incitan a
pensarnos retrospectivamente? En este trabajo nos interesará mostrar los
efectos de la lectura literaria con su componente estético que acaricia el alma
y reconforta cuando habitan penas de amor o melancolía existencial.
Pensamos este ensayo como un recorrido
conceptual que nos acerque a las diferentes concepciones de lectura y a sus
prácticas en situaciones y contextos
particulares. Así como el placer o disgusto que provoca la lectura y; cuando
nos deja de interesar un libro responder
qué podemos hacer con él. Como dice el trovador Silvio Rodriguez en una de sus estrofas: ¿A
dónde van las palabras que no se quedaron? Tratar de responderlo o dejar un
final abierto es una opción.
Al igual que el semiólogo francés Roland
Barthes en muchos de sus escritos se ubica en la posición de protagonista y
modelo de lector, la autora de estas páginas dará ejemplos de lecturas que
nutrieron su cosmovisión y testimonios de conocidos y amigos en el que la
lectura de distintos géneros lo motivaron a cambiar su universo y trasladarlo a
la acción concreta.
Una obra interesante que intercalaremos
con los pensamientos acerca de la lectura y modos de leer es la del escritor
estadounidense Henry Miller en su novela“
Nexus o la crucifixión rosada”. En
esta obra autobiográfica el autor configura su proceso como escritor, nunca
acabado, y mostrará procesos lectores que recorrieron su vida. La hoja en
blanco y el relato en su cabeza serán un imperativo constante, así como la
dificultad de materializarlo en papel.
“Pensar
(nos) la lectura”
El título de este apartado es pensarnos
la lectura porque iremos reflexionando en conjunto y dialogando con los autores
que se han dedicado a investigar las maneras y formas de leer. Trataremos de
contestar dos preguntas ¿Qué es leer? Y ¿Para qué leemos?
Cuando hablamos de lectura se nos viene
inmediatamente el binomio indisoluble de
la escritura. ¿Se puede escribir desde la nada misma? Comprobamos con el
teórico ruso Mijail Bajtin que no somos Adanes que rompimos el silencio eterno
del universo sino que hablamos e incorporamos enunciados de autores que están
vivos, de esta época o de siglos anteriores y nos formamos una opinión
sustentada por argumentos de teóricos y literatos.
Si somos lectores avezados con una gran
carga de libros aprehendidos y con una
amplia competencia lectora e intertextual,
percibimos voces, ecos y polifonías en determinados libros de otros
autores y símiles o tópicos en común que comparten los protagonistas varios
relatos ficcionales.
Tal como la Sra Bovary leía novelas
románticas y quería poner en práctica esas historias en su vida real, cotidiana
y ensombrecida; el Hidalgo “Don Quijote” de La Mancha era fanático de las
novelas de caballería, y se armó de ellas para salir a luchar contra molinos de
viento que le brindaron la valentía para erguirse como héroe en una realidad
imaginaria
Los lectores se forman como tal antes de
la creación de sus propias obras como Henry Miller al recorrer las calles, tal
flaneur que capta todo lo que observa: … Al
salir del tren seguía leyendo: rostros,
gestos,andares,arquitectura,calles,pasiones, crímenes. Todo quedaba anotado,
analizado, comparado y descrito para un futuro uso (…) Antes de que hubiese
proyectado siquiera el primer libro, mi cabeza rebosaba con un centenar de
personajes. Yo era un libro andante, un libro hablante, un compendio
enciclopédico” (Miller: 1987,150)
Lo que queremos mostrar en estas páginas
es qué lee la gente, ya sea en una situación de ocio, de relax, en un viaje
largo, subidos en un avión o bus, en una playa tomando sol o en la intimidad de
la habitación antes de dormir, sin la presión de volcarla en una obra de arte
como la escritura de una novela, obra de
teatro o ensayo. A este tipo de lectura la denominaremos filantrópica.
Un filántropo se caracteriza por tener un
amor al género humano y trabaja para ellos sin recibir una recompensa
monetaria. El lector filantrópico es alguien que ama la lectura y que no
persigue ningún fin estético o artístico; y ocupa la lectura para matar su
tiempo libre u ocupar el mínimo espacio de intervalo que resta para sus
ocupaciones domésticas.
La lectura para Henry Miller estaba por sobre
todas las cosas, inclusive la charla entre él y otro interlocutor. Era
filantrópico, leía por el amor a la lectura:…
Siempre me llevaba un libro conmigo y leía. Cuando yo no tenía ganas de hablar,
le dejaba quedarse de pie a mi lado como un poste, mientras yo leía (1987:52).
La lectura para el semiólogo Roland Barthes es
considerada “un campo plural de prácticas dispersas, de efectos irreductibles…”
a su vez la llamada lectura de la lectura o la metalectura “no sería en sí
misma más que un destello de ideas de temores, de deseos , de goces, de
opresiones” (1987:40). La lectura podría ser también una forma de
descubrimiento.
Henry Miller en su tarea como escritor,
buscará el deslumbramiento y la terrible curiosidad del significado de las
palabras para escribir su gran novela. Pasará de un diccionario a otro,
destacando el gran revuelo o dispersión, como dice Barthes, de las prácticas
lectoras: … Los días más apasionantes se
iniciaban con la búsqueda de la definición de una palabra nueva. Una palabrita
ante la que, el lector ordinario se contenta de pasar de largo tan campante…
Del diccionario solía pasar a la enciclopedia, no a una sola sino a varias. Una
orgía consistente en excavar e indagar. Además de los montones de notas que
tomaba, copiaba páginas y páginas de pasajes (1987:250).
El ejemplo cotidiano más ilustrativo de
la lectura fragmentada, o mejor dicho, miscelánea es la del lector que asoma su
cuerpo en una gran librería. Ante la inconmensurable multiplicidad de estantes
y ofertas literarias y no literarias el lector ansioso se encuentra atónito y
en una confusión total.
De antemano forma una idea previa de las
historias o romances que le gustaría leer y el librero experto le aconseja una
sección .Camina por los pasillos y lee en forma de escáner, rápida y
velozmente, las distintas contratapas donde encontrará las reseñas
argumentales. Lee dos, tres o más dispositivos de papel y se decide por más de
una historia.
En la comodidad de su hogar desarma los
plásticos y armazones que contienen sus más preciados tesoros y lee las
primeras páginas de todos los libros que compró, y al final, no se decide por
ninguno. En otros casos el lector ordenado, a falta de dinero, compra un solo
libro que lo tenía visto hacía un tiempo y culmina su lectura de principio a
fin.
Luego tenemos el lector solidario que
espera la recomendación y el regalo de libros de parte de los amigos,
familiares o conocidos para alguna fiesta o cumpleaños y aunque, no le agrade
su estilo o contenido, culminará su lectura porque considera que, de todos los
libros, buenos, malos, o no tanto descubre un aprendizaje. En el mundo en que
habitamos tenemos muchas clases de lectores y, como decía Borges, a los libros que no nos atraen habría que
dejarlos incompletos; porque la lectura debía convertirse en un acto placentero
y de disfrute y no ser motivo de obligación.
Prefiguramos una primera práctica de
lectura según el autor Roland Barthes: “El saber leer puede controlarse,
verificarse, en su estadio inaugural, pero muy pronto se convierte en algo sin
fondo, sin reglas, sin grado y sin término” (2002:41).
Cada lector lee como puede y como tenga
predisposición para hacerlo, más aun si la lectura es motivo de ocio creativo o
de pasión por el lenguaje. El protagonista de la novela elegida remarca muy bien esta actividad: (…) Pasar de la vida de empleado asalariado,
de esclavo a la de artista. Daban por sentado que lo era, escritor, no solo por
mi comportamiento, que siempre había sido excéntrico e imprevisible, sino
también por mi pasión por el lenguaje. Desde que aprendí a leer nunca estuve
sin un libro. (1987:178).
Fuera del marco competente que imponen
las instituciones educativas ¿Qué es leer para Roland Barthes? Para él, leer es
un acto de placer, de erotización del lenguaje, es un irnos conscientemente
hacia profundidades inimaginables, es no soltar el objeto libro, y apreciar los
lugares en los que estuvo allí:.. “Cada uno de los libros de las estanterías
había sido adquirido con esfuerzo y devorado con deleite y había enriquecido
nuestras vidas. Hasta la biblia deshilachada tenía una historia así” (1987:325).
Leer es abstraernos del mundo material,
es encontrar o que nos encuentre un libro o un autor que nos haga olvidar del
presente: “La lectura es precisamente esa energía, esa acción que capturará en
ese texto, en ese libro, exactamente aquello que no se deja abarcar por las
categorías de la Poética (2002:49).
En conclusión para Barthes la lectura es
una tarea particular e inmanente que concierne a la individualidad de cada
sujeto lector. Algunos no terminan la
lectura completa de sus libros, otros lo dejan a medio camino y, una clase
particular de lectores, no quiere que terminen: … Si estaba leyendo un libro y me encontraba con un pasaje maravilloso,
cerraba el libro en ese punto y me iba a pasear. Detestaba la idea de llegar al
final del libro. Prolongaba la lectura. Salía con lluvia, granizo y meditaba. (1987:302)
Vandendorpe nos trae la etimología de la
palabra “leer” y sus diferentes acepciones: “El término leer se origina del
latín legere que significa “recoger”… y amplía esta
definición con una explicación de la utilidad de la operación lectora: “Esta
concepción de la lectura valoriza su resultado: el lector reunió, recogió,
agrupó ¿qué cosa? Materiales que lo
distraerán o lo harán más sabio (…)
porque la lectura, también es un medio de asimilar el saber de otro” (1999:10).
Nos adelantamos a responder ¿qué hacemos
con lo que leemos? O mejor dicho ¿para
qué leemos? Una experiencia personal de
lectura consistía en resaltar y subrayar los libros con un marcador fuerte y
cuando culminaba la novela la releía pero transcribiendo las palabras, frases o
párrafos en una agenda colorida y especial; con hojas de colores y aromáticas.
Tenía que rescatar ese caudal de
sabiduría porque, de esta manera, en el caso de perderse, extraviarse o regalar
el libro tendría, al alcance de mi mano, enunciados de héroes, antihéroes,
marginales, vagabundos, antagonistas que me hablarían en cada situación que
estuviese atravesando. Además, en ese mismo cuaderno, iba incorporando otras
obras que leía en el transcurso del tiempo. Así quedaría completa mi pequeña
biblioteca de papel.
El excéntrico Henry Miller, en vías de
escritor, y su grupo de amigos efectuaban la tarea de juntar frases y volcarlas
en un cuaderno: (…) Sí íbamos a la playa,
seguro que no dejaba de llevar consigo su cuaderno de notas y un libro o dos de
derecho o incluso unas cuantas páginas del diccionario abreviado que llevaba
años leyendo una página cada vez. (1987:131). La lectura define un
itinerario personal. A veces arrancamos del libro material códigos escritos
para transformarlos en apuntes de puño y letra. Una tarea que nos vuelve
cercanos a los autores y edifican nuestra vida.
Michel Lepetit, antropóloga francesa y
conocedora de lecturas en un espacio íntimo (tarea que emprendimos al inicio
del ensayo) sostiene que el lenguaje nos construye y que
nos dan lugar, nos acogen, nos permiten volver a las fuentes y nos
devuelven el sentido de nuestra vida. (2001:114)
Más que ilustrativo, es conmovedor, el
pensamiento de esta antropóloga francesa . Las palabras que aguardan nuestras
historias literarias favoritas son palabras performativas que modifican nuestras adversidades, nos
alientan a identificarnos con el momento que atraviesa determinado
protagonista y a sentirnos aludidos con
ciertas frases o parágrafos de cuál o tal novela.
La lectura y los modos de leer serían un
emprendimiento personal y retrospectivo y podrían constituir un acto religioso:
(…) “. Al encerrarse para leer, al hacer de la lectura un estado absolutamente
apartado, clandestino… el lector se
identifica con otros dos seres humanos: el
enamorado y el místico; de Teresa de Avila se sabe que hacía de la lectura un
sustituto de la oración mental… el sujeto lector es un sujeto enteramente
exiliado. (1987:45)
La lectura, además, establecería un culto
a la intimidad cuando leemos entre las cuatro paredes de una habitación y no queremos
que nadie nos moleste ni nos interrumpa: “El lector elabora un espacio propio
donde no depende de los otros y donde a veces hasta les da la espalda a los
suyos (…) el mismo gesto de la lectura es ya una vía de acceso a ese territorio
de lo íntimo que ayuda a elaborar o mantener el sentido propio de
individualidad al que está unida la capacidad de resistir” (2001:111)
La lectura crea mundos imposibles que no
están, a veces, en nuestra realidad empírica pero sí en los juegos de nuestra
imaginación. ¿Para qué leemos? cada sujeto lector lo sabrá en su intimidad, no
obstante, la pregunta oportuna sería ¿a dónde van las palabras que se quedaron
en la memoria de lo que leímos? Tal vez responderla con la canción del trovador
Silvio Rodríguez sería acertado ¿A dónde
van las palabras que no se quedaron? ¿Acaso se van? ¿Y a dónde van? La
lectura y el acto de leer se guardan en la memoria y en el corazón.
BIBLIOGRAFÍA
v BARTHES,
Roland (1987): “Escribir la lectura” y “Sobre la lectura” en El
Susurro del Lenguaje. Barcelona, Paidós.
v ECO,Umberto
(1993): “El lector modelo” en Lector in fábula. Barcelona. Lumen.
v MILLER,
Henry (1987): “Nexus o la Crucifixión Rosada”. Bs As. Editorial Edhasa.
v PARADA,
Alejandro (2006): “La historia de la lectura como laberinto y desmesura”. En
Rev.Páginas de Guarda.N°1. FFyL-UBA.
v PETIT,
Michel (2001): “Del espacio íntimo al espacio público” en Lecturas: Del espacio íntimo al
espacio público.México, FCE.
v VANDENDORPE,
Christian (2003): “Metáforas de la lectura” en Del Papiro al hipertexto.Bs
As, Editorial Edhasa.