viernes, 29 de agosto de 2014

"Shakespeare de la humanidad"



“Cuando leo a Shakespeare me resulta
admirable que gente tan trivial cavile, ruja, hable
en lengua tan adorable”
D.H Lawrence




Shakespeare es sin duda el espejo de la naturaleza del alma humana, él es el centro de las peculiaridades plasmadas a través de las miserias y grandezas de hombres nobles, reyes, soldados, servidores, de la relación entre padre e hija, de bufones y de todos los rangos humanos. Shakespeare es atemporal e infinito. 
 
 Las bajezas y errores fatales que atentaron a sus personajes isabelinos lo padecieron los hombres de todas las épocas. Shakespeare es universal y ya en sí mismo es el centro del canon literario porque ha sido el poeta de la gente, de la clase alta y baja; su público no discriminó preferencias. Letrados e iletrados todos comprendían el espejo de la naturaleza que representaba su dramaturgia poética. La capacidad de imitar la personalidad humana y sus vicisitudes fueron de su parte magnánimas como dice Harold Bloom  “Shakespeare es, por encima de todos los escritores, al menos de todos los escritores modernos, el poeta de la naturaleza, el poeta que sostiene ante sus lectores un fiel espejo de las costumbres y de la vida” (Bloom, 1997:73)


 Así como Haroold Bloom se inclina por Macbeth como preferencia canónica personal (Bloom:75), en este ensayo seleccionaremos esta tragedia para vincularla con la cosmovisión isabelina y analizaremos cómo esta operó con las convenciones de aquel teatro peculiar y conectaremos rizomas con el cine contemporáneo viendo un Macbeth del séptimo arte bajo la dirección de Román Polanski.
 
 Uno de los tópicos de la cosmovisión isabelina era la idea de un orden cósmico. La larga escena segunda del acto cuarto, que se da en la corte inglesa, que hace referencia al poder curativo del rey de Inglaterra da intención a esta noción de la ley del orden como armonía (Tillyard, 1984:30):Malcom:- “Se llama el mal; es una obra milagrosa de este buen rey; que le he visto a menudo hacer desde que estoy en Inglaterra. Él sólo sabe cómo induce al cielo, pero a gentes con raros males, úlceras e hinchazones, lastimosos de ver, y desahuciados por la medicina, él los cura colgando de sus cuellos una moneda de oro, mientras reza piadosas oraciones; y se dice que transmite a su progenie real la sanadora bendición” Dice Tillyard: “Si los isabelinos creían en un orden ideal que animaba al orden terreno, les aterraba la idea de trastornarlo y les horrorizaba las muestras visibles de desorden que pudieran indicar tal trastorno”  (Tillyard:32)
 
 En Macbeth tenemos a las hermanas fatídicas que se encontraron plasmadas en la tradición de la época, así como los isabelinos creían en ángeles que cumplían con los encargos de Dios, creían también en el infierno y en los espíritus malignos que actuaban en forma de oráculos: “A estos espíritus malignos honraron los paganos como a dioses y en general con el nombre de dioses infernales, ya algunos en particular en oráculos, ya en ídolos o como dioses del hogar” (Tillyard:86) Una de las brujas en la escena segunda del acto primero le predice a Macbeth que será rey y a Banquo que tendrá una descendencia real aunque él no lo será.
 
 Estos espíritus de la época, encarnados por el diablo llevaban a los hombres a la desesperación; de esta manera la predicción de las fatídicas llevó a Macbeth a matar a Banquo por temor a perder su trono y por ello a cometer sucesivos asesinatos, víctima de la agorera profecía, como lo predice Macbeth en la escena primera del acto tercero:“Nuestro temor a Banquo cala hondo y reside en lo que ha de ser temido en  lo que hay de real en su carácter (…) No hay otro sino él cuya existencia tema, y mi genio es por él inhibido, como lo era, dicen, por César, el de Marco Antonio, cuando las tres hermanas me impusieron por primera vez el título de rey las increpó ordenando que le hablaran; ellas; proféticas, lo saludaron como padre de una estirpe de reyes. Y sobre mi cabeza colocaron una yerma corona, y en mi puño un cetro estéril para que de allí lo arrancara una mano de otra estirpe, al no ser sucesor un hijo mío. De ser así, yo corrompí mi mente por la estirpe de Banquo, y por ellos he asesinado al bondadoso Duncan”.
 
 Llegamos a otra clase de ordenamiento que imperaba en las creencias de los isabelinos, que era el de las estrellas, se daba por sabido que las estrellas dictaban la suerte o el infortunio de los hombres que obedecían al orden de Dios y que eran responsables de las veleidades de la fortuna en los ámbitos situados debajo de la luna (Tillyard: 89)
 
 Macbeth, elude de esta manera el poder benéfico de las estrellas despachándolas para que no puedan revelar sus verdaderas intenciones: la de asesinar al rey Duncan (…) “¡Ah, estrellas, ocultad vuestros fuegos! No permitáis que la luz pueda ver mis deseos oscuros y profundos; que los ojos no vean a la mano; pero cúmplase aquello que al hacerlo el ojo va a tener miedo de verlo”  (Acto primero, escena cuarta). Las referencias a lo cosmogónico en la visión de los isabelinos estaba presente constantemente y su misión era vincular a los hombres con el funcionamiento del universo y mostrarlo en conjunción con acciones buenas y malas y sobre todo con lo que iba a suceder.
 
 Pegando un salto cualitativo ahora nos situamos en la naturaleza terrena del héroe trágico en Macbeth. Resulta interesante revelar toda la composición humana que se desprende de este gran protagonista, de la pesadilla insondable en la que se ve envuelto, y de la elección del crimen como decisión propia. La anagnórisis o reconocimiento que logra en su desesperación es continuar con los asesinatos sanguinarios y por este motivo el crimen de Duncan, se debe tapar con otro crimen para sostenerse en el poder; característica propia del tirano griego del siglo V con la diferencia que aquel es un personaje renacentista porque no es un juguete del destino o de los dioses sino que tiene conciencia de su elección.
 
 Macbeth tiene una deficiencia en su voluntad, por ello Lady Macbeth desprecia su hombría y lo insta a llevar a cabo sus primeros pensamientos, como vemos en el largo diálogo entre estos personajes en la escena séptima del acto primero. Macbeth: “No seguiremos adelante con esto. Él acaba de concederme honores y he adquirido una reputación de oro ante toda clase de gentes, debería usarla ahora en su flamante brillo”aquí observamos que opera la función apropiada de la voluntad que se define como “La obligación a nuestras almas a tener o a hacer aquello que se considera bueno” (Tillyard: 121) pero Lady Macbeth propicia su caída al tapar su entendimiento infectando aún más su voluntad (…) “¿Temes ser en acciones y en valor ese mismo que eres en deseo? ¿Querrías poseer eso que estimas como ornamento de la vida, pero vivir como un cobarde ante ti mismo permitiendo que el “no me atrevo a hacerlo” vaya a la par del “desearía”, como pasaba al pobre gato del proverbio? La batalla entre la razón en el hombre, entre instinto y entendimiento es propiciado por el poder de persuasión de su amada.
 
 Un autor que clarifica la concepción del héroe isabelino es Auden en su ensayo “El mundo de Shakespeare” él escribe que en “Shakespeare, el sufrimiento y el infortunio no son en sí mismos pruebas del disgusto divino. Es cierto que no se producirían si el hombre hubiera caído en el  pecado, pero precisamente porque ha caído, el sufrimiento es un elemento inevitable de la vida no hay hombre que no sufra”  (Auden, 1999:16). Macbeth está a un paso de detener el complot en torno al crimen: “Basta, te lo ruego. Yo no me animo a hacer todo aquello que es propio que haga un hombre. Aquel que a más se atreva, no lo es” (escena séptima, acto primero). Si Eva comió la manzana porque la serpiente encantó su entendimiento, Macbeth mordió la manzana que le ofreció su Lady.
 
 Pero volvamos al canon, Shakespeare impuso el modelo y los límites de la literatura, pero muchos rompieron las convenciones de su representación y la llevaron, de un escenario en el Globe desprovisto de escenografía, a la pantalla grande, pero antes de saltearnos un centenar de años contemos la breve historia del teatro isabelino.
 
 Shakespeare escribió sus obras para ser representadas en los teatros y patios de posadas por lo tanto la finalidad del texto era la reproducción oral de ellos, porque Shakespeare ha alcanzado muchos de los límites del lenguaje, pero como Bloom afirma la originalidad de él ha sido la representación del personaje (Bloom: 78)
 
Por lo tanto el texto de Shakespeare es dramático como afirma De Toro en Semiótica del teatro porque está compuesto de un texto principal constituido por el dialogar de los personajes y de un  texto didascálico que se compone de indicaciones escénicas (De Toro, 1987:28). 
 
 Para ejemplificar; en la escena sexta del acto primero tenemos una acotación que va dirigida exclusivamente a los actores y al director (Delante del castillo de Macbeth, oboes y antorchas, entran Duncan, Malcom, Donalbain, Banquo, Lenox, Macduff, Ross, Angus y acompañantes) en consonancia con el plano escénico tenemos unidades no sucesivas como el personaje y el decorado;: pero la relación que se establece entre el texto dramático con el espectacular es que ambos comparten las mismas réplicas y personajes, es decir, que el texto espectacular es un texto de la puesta en escena con la peculiaridad de ser pluricódico por que en él se encuentran las distintas facetas de la expresión humana (visual, gestual, auditivo, etc.)

 Ahora efectuaremos un paralelismo del Macbeth de Polanski (1971) con el de Shakespeare. La escena más espectacular del texto segundo es la escena del espectro de Banquo, producto de las alucinaciones de Macbeth. Aquí tenemos un procedimiento técnico llamado efecto de visión que consiste en hacer ver u oír al espectador algo que ve u oye un personaje presente en la escena pero que al ser subjetivo no lo ven ni oyen los demás personajes.
 
 En la escena cuarta del acto tercero tenemos una didascalia o decorado verbal: (“El espectro de Banquo entra y se sienta en lugar de Macbeth) y luego tenemos un texto dramático que va dirigido al espectro de Banquo: “Tú no puedes decir que yo lo hice. No sacudas ante mí esos cabellos empapados de coágulos de sangre”. ¿Cómo representa Polanski su Banquo? A diferenciade Shakespeare, Polanski lo muestra al público. Sitúa al personaje de espaldas para generar más conmoción. El espectro será algo más terrorífico para crear un aspecto de violencia arrolladora.El Banquo polanskeano se mostrará con sangre en el rostro y cuello degollado  y con las curvas de los ojos vacías.
 
 El Macbeth de Polanski consta de una adaptación muy violenta que raya lo explícito; se muestra sangre y descuartizaciones que estaban en boca de algunos personajesen la obra, como la decapitación de Macbeth, el asesinato del rey, los cuerpos descuartizados de los guardianes de Duncan, el cuerpo suicida de Lady Macbeth y la destrucción del castillo de Macduff. Macbeth es así la tragedia más trágica de todas las de Shakespeare, como lo afirma Kott, Jan en su libro “Shakespeare nuestro contemporáneo” Macbeth empieza y termina con una carnicería cada vez hay más sangre. Todos están chorreando sangre. La sangre inunda la escena” (Kott, 2007:133) en coincidencia con Polanski que expresó en una entrevista allá por los setenta: “Macbeth es una tragedia violenta y a mí nunca me ha gustado dulcificar las cosas”.

Para finalizar Polanski añade los distintos espacios que Shakespeare muestra con acotaciones en  sus textos dramáticos, reflejándonos el realismo de la pantalla gigante, al hacernos creer que estamos frente a una obra de arte verosímil.
 
 Mediante este ensayo tratamos de rizomar los orígenes del teatro isabelino y la cosmovisión de los miembros de aquella época remota y observamos como Shakespeare en Macbeth, la tragedia más lúgubre y fatal de todas las de su producción, plasmó aquella visión cosmogónica y humana en ella. También  analizamos como las múltiples lecturas contemporáneas se traspolaron a otro texto más complejo como lo es el cine.
 Shakespeare  será eterno, el humano demasiado humano de todos los tiempos. Sólo un puñado de escritores occidentales poseen un verdadero carácter universal: Shakespeare, Dante, Cervantes (Bloom:85) pero Shakespeare fue y será el poeta de la humanidad.
  
Bibliografía



ü  Auden, W.H:  “El mundo de Shakespeare”, Bs As, Adriana Hidalgo,1999

ü  Bloom, Harold: “Shakespeare, centro del canon” en El canon occidental. Norma, Bogotá,1997

ü  Calderón, Cabrera: “Macbeth de W Shakespeare y de R. Polanski” Universidad de Sevilla en revistacomunicación.org

ü  De Toro, Fernando: “Semiótica del teatro” Bs As, Galerna, 1987

ü  Kott, Jane: “Shakespeare, nuestro contemporáneo”,Editorial Alba,2007

ü  Pavis, Patrice:“Diccionario del teatro”. Bs As, Paidós, 1987

ü  Shakespeare, William: “Macbeth”, Editorial Losada,2006
           Tillyard, E.M.W: La cosmovisión Isabelina,Mexico,1996










"Mario Levrero: un "raro" de la literatura uruguaya"



La propuesta del siguiente estudio consistirá en la elección de una de las obras que componen la “trilogía involuntaria” de carácter autobiográfico del escritor mencionado ellas son: “El discurso vacío” (objeto de análisis) “Diario de un canalla, Burdeos, 1972”  y la “Novela Luminosa”.


Este escritor uruguayo cuyo nombre de pila Jorge Mario Varlotta Levrero (1940-2004) ha cultivado en la mayoría de sus obras el género fantástico, policial, infantil y sobre todo la autoficción intimista.

Mario Levrero fue la excepción a la regla e instauró una década de rebeldes (la llamada década del 60). El realismo practicado antaño se vio flagelado por una literatura de corte experimental con extremados juegos gramaticales (influenciado por el llamado “giro lingüístico” que imperó a mediados del siglo XX) también motivada por el fantástico psicologista cortazariano y la literatura de los márgenes iniciada por el atípico Roberto Arlt.

Levrero hizo de su locuaz y vanguardista personalidad un sello registrado. Fue editor, librero, inventor de juegos de ingenio, escritor de libros para científicos y parapsicológicos y sobre todo un adicto a la hipnosis y el psicoanálisis. Todo este bagaje infalible para su catarsis y autoanálisis fue una pieza fundamental en su construcción como escritor y en su inefable estilo literario.

En “El discurso vacío” novela revestida de un carácter “auto-psico-caligráfico” él mismo Mario en persona contará a modo de diario íntimo las peripecias que tendrá con su inteligible grafismo mediante el cual, a medida que logre perfeccionándolo creerá pretender cambiar sus malos hábitos así como también su desordenada personalidad.

Mario Levrero fue situado dentro de la generación de los “raros” surgida a principios de los años 60. Este término fue impuesto por el crítico literario Ángel Rama en su ensayo “Cien años de raros” (1966). La citada generación influenciada por el género fantástico psicologista cortazariano se caracterizó principalmente por explorar las “zonas inéditas de lo real”.

Pero dejando de lado cuestiones meramente designativas de círculos y encasillamientos literarios lo que me interesará desarrollar en la novela “El discurso vacío” será la manera peculiar en la que Levrero configurará una compleja dinámica en la construcción de su escritura auto ficcional y cómo logrará que aquel dispositivo literario se entrecruce con su realidad íntima a partir de la indagación del inconsciente humano y de las penumbras que envolverán los procesos mentales racionales además de rastrear signos   autobiográficos o autoficcionales para poder llegar a una delimitación genérica de su caótica y prolífica narración de coordenadas extrañas y experimentales.

El discurso como auto definición

Mario Levrero en “El discurso vacío” alternará en forma de diario personal ejercicios caligráficos sin importarle el contenido de su discurso: “Es preciso poner mucha paciencia y gran atención, tratar en lo posible de dibujar letra por letra, desentendiéndose de las significaciones que se van formando, lo cual es una operación casi opuesta a la de la literatura” (Levrero, 2011:22).

La práctica escritural se irá consolidando a medida que la función narrativa no sea solo un mero recurso literario sino también una experiencia autocognitiva, es decir: la propia instancia de narrar será forjadora de identidad (Amícola, 2007:25). Levrero en la sucesión de ejercicios grafológicos en el que solo hará hincapié en la forma de la letra sin importarle el contenido de su discurso irá poco a poco distinguiendo un cambio psicológico en su fragmentada personalidad dando relevancia a su afirmación identitaria: “Con la terapia grafológica debo confesar que ya he percibido algunos resultados psíquicos positivos; todos ellos relacionados con la autoafirmación” (Levrero: 28)

Para entender con más claridad el panorama narrativo del autor partiremos de algunas definiciones que encajarían al rompecabezas del mundo levreriano.

Podemos englobar a “El discurso vacío” dentro de las “narrativas del yo”, ya que la autobiografía como género tácito se compone de una hibridez y adopta múltiples aristas  como autoficción, biografía novelada, autonovela, diario íntimo entre otros subgéneros, es decir, se camufla de distintas conceptualizaciones.


En la instancia levreriana los mecanismos del yo se ven a través del espejo de Rimbaud con su histórica frase:”Yo es otro” como lo pronuncia Amícola “Rimbaud nos brinda en esa frase la extrañeza del sujeto que se ve como otro dentro de sí mismo” (Amícola: 30). Aquí Levrero realiza una transgresión y en vez de transformarse en otro conforma un nuevo yo denostando el cuerpo de su yo pasado: “Quién escribe estas líneas es el germen del nuevo yo. Anoche, cuando me quité las ropas para bañarme, vi en el pequeño espejo del cuarto de baño una imagen de mí mismo que no me gustó. Pensé odio este cuerpo (…) no porque lo fuera, sino que mi cuerpo se había transformado precisamente en eso porque yo, desde antes lo odiaba”  (Levrero: 87)

La primera pieza para el armado del rompecabezas levreriano sería la definición del concepto de autonovela. Para el crítico Pérez Bowie la autonovela sería “el punto de encuentro de la autoficción con la metaliteratura, donde los materiales autobiográficos y las reflexiones constructivas generan un tipo de hibridez” (Bowie, 1992:43).

En esta situación estaríamos hablando de una mixtura entre ficción y biografía pero ¿cuál sería el componente clave que articulan las llamadas autonovelas? La pócima mágica es el testimonio psicoanalítico que el narrador a través de su escritura, ejecuta en una especie de terapia balsámica al momento de enfrentarse con su mismisidad “En mi inconsciente llegué a investigar tan lejos como pude, y el subproducto de esa investigación es la literatura que he escrito (aunque al mismo tiempo también la literatura oficiaba como instrumento de investigación)” (Levrero: 36)

El inconsciente, el psicoanálisis (aunque lo niegue permanentemente) “Sin embargo no tengo una pasión psicoanalítica” (Levrero: 36) son moneda corriente en su escritura intimista.

La autonovela no sería tanto un libro del yo (que contradice con nuestro esbozo, según esta nueva perspectiva) sino un síntoma de lo inconsciente, de la dislocación del yo, de su dispersión, de la fragmentación (Pérez Bowie: 45) “Hoy me desperté con una marcada sensación de disgusto conmigo mismo. Ese disgusto tiene que ver, según he podido percibir, con el hecho de llevar ya demasiado tiempo demasiado viviendo fuera de mí mismo (…) y de todos modos, cuando en algunas oportunidades he logrado llevar la mirada hacia adentro, no me he conectado con las partes más sustanciales de mí mismo” (Levrero:40).

No olvidemos, también, la metaficción como un recurso narrativo en la tinta levreriana. La metaficción se encuentra en una abigarrada relación con la autonovela que actúa junto a la introspección psicológica.

Podríamos decir que “En el discurso vacío” el autor busca un sentido existencial así como una vuelta de tuerca sobre su idea de la metaficción como autocrítica de su escritura (Pérez Bowie: 46). Desde luego en su escritura intimista Levrero cree estar adoptando una fuerza involuntaria que derivará de un discurso que todavía no logra descifrar su contenido “Tengo plena conciencia de que estos ejercicios caligráficos han ido derivando en ejercicios narrativos; hay un discurso, un estilo, una forma más que un pensamiento que se impone ansiosamente a mi voluntad. La hoja en blanco es como un gran postre de chocolate que mi régimen me prohíbe comer y que derrota a mi voluntad” (Levrero: 51)
Ahora bien la siguiente pieza genérica del laberíntico discurso vacío podría ser la delimitación del término autoficción. El crítico Manuel Alberca denomina a este género como “un neologismo que sintetiza lo autobiográfico y lo novelesco” y agrega que “además es un relato que se presenta como novela, es decir como ficción, o sin determinación genérica (nunca como autobiografía o memorias) que se caracteriza por tener una apariencia autobiográfica, ratificada por la identidad nominal de autor, narrador y personaje” (Alberca, 1996:9-19).

El libro analizado en cuestión nos presenta un prólogo firmado por las iniciales M.L (Mario Levrero) y nos aclara que “El discurso vacío es una novela armada (…) y construida a semejanza de un diario íntimo” (Levrero: 7) aquí tenemos la identidad nominal del narrador personaje y en consecuencia su propia definición genérica de diario íntimo “novelado” si así se quiere pero en las páginas consecutivas describe y afirma otra de las camaleónicas formas que adquiere la literatura intimista “Hay otras formas de escritura, llamémosle literarias, que nunca tuvieron esta carga “mágica”. Era la escritura inspirada, la que hacía compulsivamente, la que venía predeterminada desde lo más profundo. En cambio cuando trato de tocar lo que llaman realidad, cuando mi escritura se vuelve actual y biográfica” (Levrero: 119)

Pero no podíamos continuar este estudio sin uno de los aportes cruciales en materia autobiográfica del crítico francés Philippe Lejeune. Él sostiene que la autobiografía es un relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia, poniendo el acento sobre su vida individual, especialmente sobre la historia de su personalidad (Amícola: 25)

El autoanálisis que le preocupa a Levrero es acerca de la fragmentación de su tiempo, de un dolor oculto que tuvo que domar psíquicamente a priori de la preocupación y el desvío de sí mismo “Lo importante es la continuidad en sí misma; el peligro psíquico proviene de la fragmentación, al menos en mi caso particular y en esta etapa de mi vida. El agente siniestro no es la interrupción ni el cambio de actividad, sino la interrupción abrupta, el cambio de actividad no deseado, cuando no he tenido la oportunidad de completar un proceso psíquico, sea en la actividad o en el ocio” (Levrero:34)

A modo de final abierto del análisis genérico de “El discurso vacío” podríamos hablar de un espacio biográfico en donde el lector un tanto más libremente podrá integrar las diversas focalizaciones provenientes de uno u otro registro, el “verídico” y el ficcional en un sistema compatible de creencias (Arfuch, 2002:48)


Conclusión


Mario Levrero en “El discurso vacío” quiso establecer su particular marca autoficcional teniendo en cuenta sin querer de la hibridez y mutación del género autobiográfico.

De cada uno de los múltiples nombres que se desprende de las narrativas del yo, su escritura, comparte en algún rasgo o carácter cada uno de ellos.

“El discurso vacío” es una autonovela porque edifica desde su personalidad dislocada una construcción narrativa identitaria al preocuparse por su falta de apego a sí mismo y de su exilio interior.

Es una autoficción porque ella posee un nombre propio que es a su vez narrador- personaje y porque además el autor realiza un trabajo metaficcional en torno de su oficio como terapeuta-escritor a través de sus constantes ejercicios caligráficos para pretender cambiar su involuntaria personalidad.

Además es una autobiografía porque en su diario íntimo vuelve a narrar su vida a través del autoanálisis al conectarse con las profundidades del inconsciente.
   Levrero sin duda fue un raro de la literatura uruguaya al jugar con el fantástico literario mezclado con una maestría en el manejo de las narrativas del yo porque su literatura que linda con lo experimental tiene su propia patente genérica y sin duda a establecido un nuevo género dentro de la literatura contemporánea latinoamericana

Bibliografía


v  Aínsa, Fernando (2002): “Del canon a la periferia, encuentros y transgresiones en la literatura uruguaya. Montevideo: Trilce.



v  Alberca,Manuel (en prensa): “El arte de la mentira para mejor decir la verdad o para que nadie sepa que tengo miedo: propuesta para una lectura transitiva de César Aira” en  César Aira: un episodio dans la litterature argentine de fin de siecle. París, publicaciones de la universidad de Vincennes- Saint- Denis. París VIII



v  Alvarez, Gil Gonzalez: “Metanarrativas hispánicas”. Editorial literaturas ibéricas 2 lit. Berlín

v  Amícola, J (2007): “Autobiografía como autofiguración”. Rosario: Beatriz Viterbo, 11-47



v  Arfuch L. (2002): “El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea”. Buenos Aires: F.C.E. 33-115





v  Levrero, Mario (2011): “El discurso vacío”. Buenos Aires: Mondadori



v  Montoya Juarez, J: “El lugar de Mario Levrero: un recorrido en su narrativa en  Departamento de literatura española, Teoríadelaliteraturayliteraturacomparada.   http://www.tonosdigital.es/ojs/index.php/tonos/article/download/909/606



v  Pérez Bowie, José Antonio (1992): “Para una tipología de los procedimientos metaficcionales en la lírica” Tropeláus 3, pp 91-104



v  Rama, A (1966): “Cien años de raros”. Montevideo: Arca.



----------   (1972):“La generación crítica: 1939-1969. I Panoramas .Montevideo