viernes, 29 de agosto de 2014

"Mario Levrero: un "raro" de la literatura uruguaya"



La propuesta del siguiente estudio consistirá en la elección de una de las obras que componen la “trilogía involuntaria” de carácter autobiográfico del escritor mencionado ellas son: “El discurso vacío” (objeto de análisis) “Diario de un canalla, Burdeos, 1972”  y la “Novela Luminosa”.


Este escritor uruguayo cuyo nombre de pila Jorge Mario Varlotta Levrero (1940-2004) ha cultivado en la mayoría de sus obras el género fantástico, policial, infantil y sobre todo la autoficción intimista.

Mario Levrero fue la excepción a la regla e instauró una década de rebeldes (la llamada década del 60). El realismo practicado antaño se vio flagelado por una literatura de corte experimental con extremados juegos gramaticales (influenciado por el llamado “giro lingüístico” que imperó a mediados del siglo XX) también motivada por el fantástico psicologista cortazariano y la literatura de los márgenes iniciada por el atípico Roberto Arlt.

Levrero hizo de su locuaz y vanguardista personalidad un sello registrado. Fue editor, librero, inventor de juegos de ingenio, escritor de libros para científicos y parapsicológicos y sobre todo un adicto a la hipnosis y el psicoanálisis. Todo este bagaje infalible para su catarsis y autoanálisis fue una pieza fundamental en su construcción como escritor y en su inefable estilo literario.

En “El discurso vacío” novela revestida de un carácter “auto-psico-caligráfico” él mismo Mario en persona contará a modo de diario íntimo las peripecias que tendrá con su inteligible grafismo mediante el cual, a medida que logre perfeccionándolo creerá pretender cambiar sus malos hábitos así como también su desordenada personalidad.

Mario Levrero fue situado dentro de la generación de los “raros” surgida a principios de los años 60. Este término fue impuesto por el crítico literario Ángel Rama en su ensayo “Cien años de raros” (1966). La citada generación influenciada por el género fantástico psicologista cortazariano se caracterizó principalmente por explorar las “zonas inéditas de lo real”.

Pero dejando de lado cuestiones meramente designativas de círculos y encasillamientos literarios lo que me interesará desarrollar en la novela “El discurso vacío” será la manera peculiar en la que Levrero configurará una compleja dinámica en la construcción de su escritura auto ficcional y cómo logrará que aquel dispositivo literario se entrecruce con su realidad íntima a partir de la indagación del inconsciente humano y de las penumbras que envolverán los procesos mentales racionales además de rastrear signos   autobiográficos o autoficcionales para poder llegar a una delimitación genérica de su caótica y prolífica narración de coordenadas extrañas y experimentales.

El discurso como auto definición

Mario Levrero en “El discurso vacío” alternará en forma de diario personal ejercicios caligráficos sin importarle el contenido de su discurso: “Es preciso poner mucha paciencia y gran atención, tratar en lo posible de dibujar letra por letra, desentendiéndose de las significaciones que se van formando, lo cual es una operación casi opuesta a la de la literatura” (Levrero, 2011:22).

La práctica escritural se irá consolidando a medida que la función narrativa no sea solo un mero recurso literario sino también una experiencia autocognitiva, es decir: la propia instancia de narrar será forjadora de identidad (Amícola, 2007:25). Levrero en la sucesión de ejercicios grafológicos en el que solo hará hincapié en la forma de la letra sin importarle el contenido de su discurso irá poco a poco distinguiendo un cambio psicológico en su fragmentada personalidad dando relevancia a su afirmación identitaria: “Con la terapia grafológica debo confesar que ya he percibido algunos resultados psíquicos positivos; todos ellos relacionados con la autoafirmación” (Levrero: 28)

Para entender con más claridad el panorama narrativo del autor partiremos de algunas definiciones que encajarían al rompecabezas del mundo levreriano.

Podemos englobar a “El discurso vacío” dentro de las “narrativas del yo”, ya que la autobiografía como género tácito se compone de una hibridez y adopta múltiples aristas  como autoficción, biografía novelada, autonovela, diario íntimo entre otros subgéneros, es decir, se camufla de distintas conceptualizaciones.


En la instancia levreriana los mecanismos del yo se ven a través del espejo de Rimbaud con su histórica frase:”Yo es otro” como lo pronuncia Amícola “Rimbaud nos brinda en esa frase la extrañeza del sujeto que se ve como otro dentro de sí mismo” (Amícola: 30). Aquí Levrero realiza una transgresión y en vez de transformarse en otro conforma un nuevo yo denostando el cuerpo de su yo pasado: “Quién escribe estas líneas es el germen del nuevo yo. Anoche, cuando me quité las ropas para bañarme, vi en el pequeño espejo del cuarto de baño una imagen de mí mismo que no me gustó. Pensé odio este cuerpo (…) no porque lo fuera, sino que mi cuerpo se había transformado precisamente en eso porque yo, desde antes lo odiaba”  (Levrero: 87)

La primera pieza para el armado del rompecabezas levreriano sería la definición del concepto de autonovela. Para el crítico Pérez Bowie la autonovela sería “el punto de encuentro de la autoficción con la metaliteratura, donde los materiales autobiográficos y las reflexiones constructivas generan un tipo de hibridez” (Bowie, 1992:43).

En esta situación estaríamos hablando de una mixtura entre ficción y biografía pero ¿cuál sería el componente clave que articulan las llamadas autonovelas? La pócima mágica es el testimonio psicoanalítico que el narrador a través de su escritura, ejecuta en una especie de terapia balsámica al momento de enfrentarse con su mismisidad “En mi inconsciente llegué a investigar tan lejos como pude, y el subproducto de esa investigación es la literatura que he escrito (aunque al mismo tiempo también la literatura oficiaba como instrumento de investigación)” (Levrero: 36)

El inconsciente, el psicoanálisis (aunque lo niegue permanentemente) “Sin embargo no tengo una pasión psicoanalítica” (Levrero: 36) son moneda corriente en su escritura intimista.

La autonovela no sería tanto un libro del yo (que contradice con nuestro esbozo, según esta nueva perspectiva) sino un síntoma de lo inconsciente, de la dislocación del yo, de su dispersión, de la fragmentación (Pérez Bowie: 45) “Hoy me desperté con una marcada sensación de disgusto conmigo mismo. Ese disgusto tiene que ver, según he podido percibir, con el hecho de llevar ya demasiado tiempo demasiado viviendo fuera de mí mismo (…) y de todos modos, cuando en algunas oportunidades he logrado llevar la mirada hacia adentro, no me he conectado con las partes más sustanciales de mí mismo” (Levrero:40).

No olvidemos, también, la metaficción como un recurso narrativo en la tinta levreriana. La metaficción se encuentra en una abigarrada relación con la autonovela que actúa junto a la introspección psicológica.

Podríamos decir que “En el discurso vacío” el autor busca un sentido existencial así como una vuelta de tuerca sobre su idea de la metaficción como autocrítica de su escritura (Pérez Bowie: 46). Desde luego en su escritura intimista Levrero cree estar adoptando una fuerza involuntaria que derivará de un discurso que todavía no logra descifrar su contenido “Tengo plena conciencia de que estos ejercicios caligráficos han ido derivando en ejercicios narrativos; hay un discurso, un estilo, una forma más que un pensamiento que se impone ansiosamente a mi voluntad. La hoja en blanco es como un gran postre de chocolate que mi régimen me prohíbe comer y que derrota a mi voluntad” (Levrero: 51)
Ahora bien la siguiente pieza genérica del laberíntico discurso vacío podría ser la delimitación del término autoficción. El crítico Manuel Alberca denomina a este género como “un neologismo que sintetiza lo autobiográfico y lo novelesco” y agrega que “además es un relato que se presenta como novela, es decir como ficción, o sin determinación genérica (nunca como autobiografía o memorias) que se caracteriza por tener una apariencia autobiográfica, ratificada por la identidad nominal de autor, narrador y personaje” (Alberca, 1996:9-19).

El libro analizado en cuestión nos presenta un prólogo firmado por las iniciales M.L (Mario Levrero) y nos aclara que “El discurso vacío es una novela armada (…) y construida a semejanza de un diario íntimo” (Levrero: 7) aquí tenemos la identidad nominal del narrador personaje y en consecuencia su propia definición genérica de diario íntimo “novelado” si así se quiere pero en las páginas consecutivas describe y afirma otra de las camaleónicas formas que adquiere la literatura intimista “Hay otras formas de escritura, llamémosle literarias, que nunca tuvieron esta carga “mágica”. Era la escritura inspirada, la que hacía compulsivamente, la que venía predeterminada desde lo más profundo. En cambio cuando trato de tocar lo que llaman realidad, cuando mi escritura se vuelve actual y biográfica” (Levrero: 119)

Pero no podíamos continuar este estudio sin uno de los aportes cruciales en materia autobiográfica del crítico francés Philippe Lejeune. Él sostiene que la autobiografía es un relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia, poniendo el acento sobre su vida individual, especialmente sobre la historia de su personalidad (Amícola: 25)

El autoanálisis que le preocupa a Levrero es acerca de la fragmentación de su tiempo, de un dolor oculto que tuvo que domar psíquicamente a priori de la preocupación y el desvío de sí mismo “Lo importante es la continuidad en sí misma; el peligro psíquico proviene de la fragmentación, al menos en mi caso particular y en esta etapa de mi vida. El agente siniestro no es la interrupción ni el cambio de actividad, sino la interrupción abrupta, el cambio de actividad no deseado, cuando no he tenido la oportunidad de completar un proceso psíquico, sea en la actividad o en el ocio” (Levrero:34)

A modo de final abierto del análisis genérico de “El discurso vacío” podríamos hablar de un espacio biográfico en donde el lector un tanto más libremente podrá integrar las diversas focalizaciones provenientes de uno u otro registro, el “verídico” y el ficcional en un sistema compatible de creencias (Arfuch, 2002:48)


Conclusión


Mario Levrero en “El discurso vacío” quiso establecer su particular marca autoficcional teniendo en cuenta sin querer de la hibridez y mutación del género autobiográfico.

De cada uno de los múltiples nombres que se desprende de las narrativas del yo, su escritura, comparte en algún rasgo o carácter cada uno de ellos.

“El discurso vacío” es una autonovela porque edifica desde su personalidad dislocada una construcción narrativa identitaria al preocuparse por su falta de apego a sí mismo y de su exilio interior.

Es una autoficción porque ella posee un nombre propio que es a su vez narrador- personaje y porque además el autor realiza un trabajo metaficcional en torno de su oficio como terapeuta-escritor a través de sus constantes ejercicios caligráficos para pretender cambiar su involuntaria personalidad.

Además es una autobiografía porque en su diario íntimo vuelve a narrar su vida a través del autoanálisis al conectarse con las profundidades del inconsciente.
   Levrero sin duda fue un raro de la literatura uruguaya al jugar con el fantástico literario mezclado con una maestría en el manejo de las narrativas del yo porque su literatura que linda con lo experimental tiene su propia patente genérica y sin duda a establecido un nuevo género dentro de la literatura contemporánea latinoamericana

Bibliografía


v  Aínsa, Fernando (2002): “Del canon a la periferia, encuentros y transgresiones en la literatura uruguaya. Montevideo: Trilce.



v  Alberca,Manuel (en prensa): “El arte de la mentira para mejor decir la verdad o para que nadie sepa que tengo miedo: propuesta para una lectura transitiva de César Aira” en  César Aira: un episodio dans la litterature argentine de fin de siecle. París, publicaciones de la universidad de Vincennes- Saint- Denis. París VIII



v  Alvarez, Gil Gonzalez: “Metanarrativas hispánicas”. Editorial literaturas ibéricas 2 lit. Berlín

v  Amícola, J (2007): “Autobiografía como autofiguración”. Rosario: Beatriz Viterbo, 11-47



v  Arfuch L. (2002): “El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea”. Buenos Aires: F.C.E. 33-115





v  Levrero, Mario (2011): “El discurso vacío”. Buenos Aires: Mondadori



v  Montoya Juarez, J: “El lugar de Mario Levrero: un recorrido en su narrativa en  Departamento de literatura española, Teoríadelaliteraturayliteraturacomparada.   http://www.tonosdigital.es/ojs/index.php/tonos/article/download/909/606



v  Pérez Bowie, José Antonio (1992): “Para una tipología de los procedimientos metaficcionales en la lírica” Tropeláus 3, pp 91-104



v  Rama, A (1966): “Cien años de raros”. Montevideo: Arca.



----------   (1972):“La generación crítica: 1939-1969. I Panoramas .Montevideo










               

No hay comentarios:

Publicar un comentario