La
propuesta del siguiente estudio consistirá en la elección de una de las obras
que componen la “trilogía involuntaria”
de carácter autobiográfico del escritor mencionado ellas son: “El discurso vacío” (objeto de análisis) “Diario de un canalla, Burdeos, 1972” y la “Novela
Luminosa”.
Este
escritor uruguayo cuyo nombre de pila Jorge Mario Varlotta Levrero (1940-2004)
ha cultivado en la mayoría de sus obras el género fantástico, policial,
infantil y sobre todo la autoficción intimista.
Mario
Levrero fue la excepción a la regla e instauró una década de rebeldes (la
llamada década del 60). El realismo practicado antaño se vio flagelado por una
literatura de corte experimental con extremados juegos gramaticales
(influenciado por el llamado “giro lingüístico” que imperó a mediados del siglo
XX) también motivada por el fantástico psicologista cortazariano y la
literatura de los márgenes iniciada por el atípico Roberto Arlt.
Levrero
hizo de su locuaz y vanguardista personalidad un sello registrado. Fue editor,
librero, inventor de juegos de ingenio, escritor de libros para científicos y
parapsicológicos y sobre todo un adicto a la hipnosis y el psicoanálisis. Todo
este bagaje infalible para su catarsis y autoanálisis fue una pieza fundamental
en su construcción como escritor y en su inefable estilo literario.
En
“El discurso vacío” novela revestida
de un carácter “auto-psico-caligráfico” él mismo Mario en persona contará a
modo de diario íntimo las peripecias que tendrá con su inteligible grafismo
mediante el cual, a medida que logre perfeccionándolo creerá pretender cambiar
sus malos hábitos así como también su desordenada personalidad.
Mario
Levrero fue situado dentro de la generación de los “raros” surgida a principios
de los años 60. Este término fue impuesto por el crítico literario Ángel Rama
en su ensayo “Cien años de raros”
(1966). La citada generación influenciada por el género fantástico psicologista
cortazariano se caracterizó principalmente por explorar las “zonas inéditas de
lo real”.
Pero
dejando de lado cuestiones meramente designativas de círculos y
encasillamientos literarios lo que me interesará desarrollar en la novela “El discurso vacío” será la manera
peculiar en la que Levrero configurará una compleja dinámica en la construcción
de su escritura auto ficcional y cómo logrará que aquel dispositivo literario
se entrecruce con su realidad íntima a partir de la indagación del inconsciente
humano y de las penumbras que envolverán los procesos mentales racionales
además de rastrear signos
autobiográficos o autoficcionales para poder llegar a una delimitación
genérica de su caótica y prolífica narración de coordenadas extrañas y experimentales.
El
discurso como auto definición
Mario
Levrero en “El discurso vacío”
alternará en forma de diario personal ejercicios caligráficos sin importarle el
contenido de su discurso: “Es preciso
poner mucha paciencia y gran atención, tratar en lo posible de dibujar letra
por letra, desentendiéndose de las significaciones que se van formando, lo cual
es una operación casi opuesta a la de la literatura” (Levrero, 2011:22).
La práctica escritural se irá consolidando a
medida que la función narrativa no sea solo un mero recurso literario sino
también una experiencia autocognitiva, es decir: la propia instancia de narrar
será forjadora de identidad (Amícola, 2007:25). Levrero en la sucesión de
ejercicios grafológicos en el que solo hará hincapié en la forma de la letra
sin importarle el contenido de su discurso irá poco a poco distinguiendo un
cambio psicológico en su fragmentada personalidad dando relevancia a su
afirmación identitaria: “Con la terapia
grafológica debo confesar que ya he
percibido algunos resultados psíquicos positivos; todos ellos relacionados con
la autoafirmación” (Levrero: 28)
Para
entender con más claridad el panorama narrativo del autor partiremos de algunas
definiciones que encajarían al rompecabezas del mundo levreriano.
Podemos
englobar a “El discurso vacío” dentro
de las “narrativas del yo”, ya que la autobiografía como género tácito se
compone de una hibridez y adopta múltiples aristas como autoficción, biografía novelada,
autonovela, diario íntimo entre otros subgéneros, es decir, se camufla de
distintas conceptualizaciones.
En
la instancia levreriana los mecanismos del yo se ven a través del espejo de
Rimbaud con su histórica frase:”Yo es
otro” como lo pronuncia Amícola “Rimbaud nos brinda en esa frase la
extrañeza del sujeto que se ve como otro dentro de sí mismo” (Amícola: 30).
Aquí Levrero realiza una transgresión y en vez de transformarse en otro
conforma un nuevo yo denostando el cuerpo de su yo pasado: “Quién escribe estas líneas es el germen del nuevo yo. Anoche, cuando
me quité las ropas para bañarme, vi en el pequeño espejo del cuarto de baño una
imagen de mí mismo que no me gustó. Pensé odio este cuerpo (…) no porque lo
fuera, sino que mi cuerpo se había transformado precisamente en eso porque yo,
desde antes lo odiaba” (Levrero: 87)
La
primera pieza para el armado del rompecabezas levreriano sería la definición
del concepto de autonovela. Para el
crítico Pérez Bowie la autonovela sería “el punto de encuentro de la
autoficción con la metaliteratura, donde los materiales autobiográficos y las
reflexiones constructivas generan un tipo de hibridez” (Bowie, 1992:43).
En esta situación estaríamos hablando de una
mixtura entre ficción y biografía pero ¿cuál sería el componente clave que
articulan las llamadas autonovelas? La pócima mágica es el testimonio
psicoanalítico que el narrador a través de su escritura, ejecuta en una especie
de terapia balsámica al momento de enfrentarse con su mismisidad “En mi inconsciente llegué a investigar tan
lejos como pude, y el subproducto de esa investigación es la literatura que he
escrito (aunque al mismo tiempo también la literatura oficiaba como instrumento
de investigación)” (Levrero: 36)
El
inconsciente, el psicoanálisis (aunque lo niegue permanentemente) “Sin embargo no tengo una pasión
psicoanalítica” (Levrero: 36) son moneda corriente en su escritura
intimista.
La autonovela no sería tanto un libro del yo
(que contradice con nuestro esbozo, según esta nueva perspectiva) sino un
síntoma de lo inconsciente, de la dislocación del yo, de su dispersión, de la
fragmentación (Pérez Bowie: 45) “Hoy me
desperté con una marcada sensación de disgusto conmigo mismo. Ese disgusto
tiene que ver, según he podido percibir, con el hecho de llevar ya demasiado
tiempo demasiado viviendo fuera de mí mismo (…) y de todos modos, cuando en
algunas oportunidades he logrado llevar la mirada hacia adentro, no me he
conectado con las partes más sustanciales de mí mismo” (Levrero:40).
No
olvidemos, también, la metaficción como un recurso narrativo en la tinta
levreriana. La metaficción se encuentra en una abigarrada relación con la
autonovela que actúa junto a la introspección psicológica.
Podríamos decir que “En el discurso vacío” el autor busca un sentido existencial así
como una vuelta de tuerca sobre su idea de la metaficción como autocrítica de su
escritura (Pérez Bowie: 46). Desde luego en su escritura intimista Levrero cree
estar adoptando una fuerza involuntaria que derivará de un discurso que todavía
no logra descifrar su contenido “Tengo
plena conciencia de que estos ejercicios caligráficos han ido derivando en
ejercicios narrativos; hay un discurso, un estilo, una forma más que un
pensamiento que se impone ansiosamente a mi voluntad. La hoja en blanco es como
un gran postre de chocolate que mi régimen me prohíbe comer y que derrota a mi
voluntad” (Levrero: 51)
Ahora bien la siguiente pieza genérica del laberíntico discurso vacío podría ser la delimitación del término autoficción. El crítico Manuel Alberca denomina a este género como “un neologismo que sintetiza lo autobiográfico y lo novelesco” y agrega que “además es un relato que se presenta como novela, es decir como ficción, o sin determinación genérica (nunca como autobiografía o memorias) que se caracteriza por tener una apariencia autobiográfica, ratificada por la identidad nominal de autor, narrador y personaje” (Alberca, 1996:9-19).
Ahora bien la siguiente pieza genérica del laberíntico discurso vacío podría ser la delimitación del término autoficción. El crítico Manuel Alberca denomina a este género como “un neologismo que sintetiza lo autobiográfico y lo novelesco” y agrega que “además es un relato que se presenta como novela, es decir como ficción, o sin determinación genérica (nunca como autobiografía o memorias) que se caracteriza por tener una apariencia autobiográfica, ratificada por la identidad nominal de autor, narrador y personaje” (Alberca, 1996:9-19).
El
libro analizado en cuestión nos presenta un prólogo firmado por las iniciales
M.L (Mario Levrero) y nos aclara que “El
discurso vacío es una novela armada (…) y construida a semejanza de un diario
íntimo” (Levrero: 7) aquí tenemos la identidad nominal del narrador
personaje y en consecuencia su propia definición genérica de diario íntimo
“novelado” si así se quiere pero en las páginas consecutivas describe y afirma
otra de las camaleónicas formas que adquiere la literatura intimista “Hay otras formas de escritura, llamémosle
literarias, que nunca tuvieron esta carga “mágica”. Era la escritura inspirada,
la que hacía compulsivamente, la que venía predeterminada desde lo más
profundo. En cambio cuando trato de tocar lo que llaman realidad, cuando mi
escritura se vuelve actual y biográfica” (Levrero: 119)
Pero
no podíamos continuar este estudio sin uno de los aportes cruciales en materia
autobiográfica del crítico francés Philippe Lejeune. Él sostiene que la
autobiografía es un relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de
su propia existencia, poniendo el acento sobre su vida individual,
especialmente sobre la historia de su personalidad (Amícola: 25)
El
autoanálisis que le preocupa a Levrero es acerca de la fragmentación de su
tiempo, de un dolor oculto que tuvo que domar psíquicamente a priori de la
preocupación y el desvío de sí mismo “Lo
importante es la continuidad en sí misma; el peligro psíquico proviene de la
fragmentación, al menos en mi caso particular y en esta etapa de mi vida. El
agente siniestro no es la interrupción ni el cambio de actividad, sino la
interrupción abrupta, el cambio de actividad no deseado, cuando no he tenido la
oportunidad de completar un proceso psíquico, sea en la actividad o en el ocio”
(Levrero:34)
A
modo de final abierto del análisis genérico de “El discurso vacío” podríamos hablar de un espacio biográfico en
donde el lector un tanto más libremente podrá integrar las diversas
focalizaciones provenientes de uno u otro registro, el “verídico” y el
ficcional en un sistema compatible de creencias (Arfuch, 2002:48)
Mario
Levrero en “El discurso vacío” quiso
establecer su particular marca autoficcional teniendo en cuenta sin querer de
la hibridez y mutación del género autobiográfico.
De
cada uno de los múltiples nombres que se desprende de las narrativas del yo, su
escritura, comparte en algún rasgo o carácter cada uno de ellos.
“El discurso vacío”
es una autonovela porque edifica desde su personalidad dislocada una
construcción narrativa identitaria al preocuparse por su falta de apego a sí
mismo y de su exilio interior.
Es
una autoficción porque ella posee un nombre propio que es a su vez narrador-
personaje y porque además el autor realiza un trabajo metaficcional en torno de
su oficio como terapeuta-escritor a través de sus constantes ejercicios caligráficos
para pretender cambiar su involuntaria personalidad.
Además
es una autobiografía porque en su diario íntimo vuelve a narrar su vida a
través del autoanálisis al conectarse con las profundidades del inconsciente.
Levrero
sin duda fue un raro de la literatura uruguaya al jugar con el fantástico
literario mezclado con una maestría en el manejo de las narrativas del yo
porque su literatura que linda con lo experimental tiene su propia patente
genérica y sin duda a establecido un nuevo género dentro de la literatura
contemporánea latinoamericana
Bibliografía
v Aínsa, Fernando (2002): “Del canon a la periferia, encuentros y
transgresiones en la literatura uruguaya. Montevideo: Trilce.
v Alberca,Manuel (en prensa):
“El arte de la mentira para mejor decir la verdad o para que nadie sepa que
tengo miedo: propuesta para una lectura transitiva de César Aira” en César
Aira: un episodio dans la litterature argentine de fin de siecle. París,
publicaciones de la universidad de Vincennes- Saint- Denis. París VIII
v Alvarez, Gil Gonzalez: “Metanarrativas hispánicas”.
Editorial literaturas ibéricas 2 lit. Berlín
v Amícola, J (2007):
“Autobiografía como autofiguración”. Rosario:
Beatriz Viterbo, 11-47
v Arfuch L. (2002):
“El espacio biográfico. Dilemas de la
subjetividad contemporánea”. Buenos Aires: F.C.E. 33-115
v Levrero, Mario (2011): “El discurso vacío”. Buenos
Aires: Mondadori
v Montoya Juarez, J: “El
lugar de Mario Levrero: un recorrido en su narrativa en Departamento de literatura
española, Teoríadelaliteraturayliteraturacomparada. http://www.tonosdigital.es/ojs/index.php/tonos/article/download/909/606
v Pérez Bowie, José Antonio (1992):
“Para una tipología de los procedimientos
metaficcionales en la lírica” Tropeláus 3, pp 91-104
v Rama, A (1966): “Cien años de raros”.
Montevideo: Arca.
---------- (1972):“La generación crítica: 1939-1969. I Panoramas .Montevideo
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