domingo, 2 de febrero de 2014

"Relato a quién pretende enseñar: la otra realidad"

                        

               "Alfabetizar no es aprender a decir 

palabras sino a decir su propia palabra"

Paulo Freire


         No voy a narrar peripecias heroicas ni cantar un himno a la alegría simplemente voy a relatar mi impresión que no pretende ser mímesis de la realidad teórica pedagógica intelectual. Comenzaré con mis verdades particulares alejadas de toda visión políticamente correcta.

El desdén que me causó atravesar la práctica III, precisamente la instancia escolar, fue a consecuencia de mi tropiezo con el débil sistema educativo integrado por docentes sin vocación (de dudosa acreditación) sin compromiso en su disciplina y de alumnos que no son contenidos ni educados en sus hogares; provistos de actitudes vandálicas aprendidas del bombardeo mediático que estos adolescentes degüellen voraces (esto es pura inferencia empírea  no se enojen)

 Efectuando un giro de aproximadamente noventa grados hacia la práctica II me sorprendo con una mueca intempestiva, cuán alejados de la otra realidad pedagógica se situaban los relatos utópicos de una Atlántida escolar perdida que nos ofrecieron los compañeros que cursaban la última pedagógica en el período 2012 (la verdad se podrían haber recibido de marketineros). 

Yo quisiera, ahora, estar en su lugar (espero que las profes me elijan) y demoler, como casita de naipes, sus hazañas de enseñanzas románticas (ojalá que yo les pueda ofrecer instructivos “militares” acerca de cómo sortear balas pesadas lanzadas por adolescentes quinceañeros) y allí en ese instante, secuestrados por la emoción violenta del momento, ni Pichón, ni Schonn, ni el punzón te rescatan. O estas con un pie afuera del departamento pedagógico y seguís solamente con la licenciatura (y “te morís de hambre”  como cotorrea el dicho popular) o abandonas la práctica III que con esfuerzos, méritos y lecturas, lecturas, lecturas y más lecturas aprobaste cada final para llegar a esta instancia de clausura. O (última posible opción) te reciclas en maestra sarmentina (aquellas que aprendimos en política y didáctica) y le asustas con el puntero, en vías de extinción, colocándoles arriba de sus cabezas (no por favor, acordémonos de la pedagogía de la liberación).

Sin más peroratas explotemos el grano. La escuela en la que nos tocó practicar fue el Instituto Posadas (Sebastopol 3075)  Yo en realidad hubiese preferido ejercer la pre-profesión en mi queridísima escuela Normal Mixta Estados Unidos del Brasil mis razones son dos: primero por amor y segundo por la cercanía a mi domicilio. Trágicamente no fue  así entonces el sueño se durmió.

Primero recorrimos tres cursos a cargo de una profesora suplente-titular (nunca supe o mejor dicho no habré prestado mucha atención si solamente tenía algunas horas suplentes y otras titulares alternando otros cursos). Me parece que recién recuperé la memoria y el 3er año “B”(al que finalmente arribamos) tenía las horas titulares. Pero esta mención es solo información accesoria.

Como señalaba anteriormente recorrimos varios cursos (no recuerdo cuales) solamente que los horarios eran a media mañana (¡grandioso! decía yo para mis adentros con lo que detesto madrugar) pero fuimos rechazadas categóricamente por nuestras tutoras.

Recuerdo patente una exclamación de parte de la docente: -“¡Chicas si finalmente eligen este curso van a tener un verdadero desafío! ¡Son chicos a los que les gusta mucho, charlar debatir y si le dan pie no paran!”¿Que habrá querido decir con la palabra “desafío”? 

Según la RAE tiene varias acepciones. La primera: acción y efecto de desafiar; la segunda: rivalidad y competencia y la tercera hace alusión a una carta o recado verbal en que los reyes de Aragón manifestaban la razón o motivo que tenían para desafiar a un ricohombre o caballero.

 Creo que la tercera encajaría mejor al altercado que tuve con “Nacho”; él tuvo los argumentos necesarios para decirme verbalmente el motivo por el cual venía a la escuela “solamente a buscar un título”, es decir, que la educación no le iba de ninguna manera a proveer alimentos para eso tenía “la empresa de su papá”. Interesante la propuesta  para otro tipo de análisis socio-económico (hubiese sido productivo analizarlo en la cátedra institución educativa, por ejemplo).

Bueno, el 3ero “B” fue verdaderamente todo un desafío. El curso estaba conformado en total por 18 alumnos, la mayoría era de varones que rondaban el rango  etáreo entre los 15 y16 años salvo un alumno repetidor de 19. 

Observamos y registramos un mes. La profesora titular extendió tanto el tema de la argumentación que no llegábamos nunca a nuestra residencia. Yo ya estaba cansada, quería protagonismo, me dormía por la hora (las 07:00 am) y además por la falta de comunicación, ser observadora pasiva realmente es un hastío.

 Los temas que le interesaban a los chicos eran los concernientes a los embarazos no deseados, la profilaxis, el aborto, la sexualidad (ese era su temática preferida y la mía también, razón por la cual  les había prometido traerle la historia de la sexualidad en las diferentes civilizaciones). Así que comencé a opinar, levemente, ¡soy profesora, déjenme enseñar me decía!

Mi entusiasmo pedagógico se fue evaporando a medida que se nos extendía la observación en un momento determinado me saturé tanto que como  acto de rebeldía no registré más. Tanto tiempo de haber estado con ellos me permitió conocer sus gestos, sus actitudes, quiénes  se levantaban, quiénes querían comprar siempre “el café” y sus conjeturales respuestas ante determinados temas. Faltaba extraerle una muestra de ADN y ya estábamos completos.

 Cómo les decía, mi entusiasmo se fue agotando como batería de celular gastado. No así mi vocación al servicio del conocimiento disciplinar literario.

Aquél se fue cocinando a fuego lento y se gestó durante varios años previos. Yo estaba preocupada, cada vez que ingresábamos a un curso diferente, de qué la profesora me entregara los programas curriculares. Yo sacaba, fotocopias, los leía detenidamente y veía cuál me gustaba, cuál no, cuáles llenaban mis expectativas y cuáles me parecían realmente un bodrio. Menos mal que los dos cursos, primeros, en el que fuimos rechazadas no me convencían del todo. Muchísima literatura argentina y demasiada literatura latinoamericana para mi paladar.

Finalmente el contenido curricular del 3er año “B” estaba cargadísimo de literatura universal y dije ¡Eureka! Voy a aprovecharlo al máximo y sacarle el jugo. Sí, voy a decirlo a mí me benefició para bien que los autores y algunas temáticas no fueran enseñadas en la academia, ya que mi canon particular de autores no se encuentran ni en la biblioteca de la fhycs  ni en el programa formal de ninguna cátedra.

Todo fue manos a la obra y realmente un trabajo de abeja reina en su colmena; la práctica iba a ser mi momento para desplegar diferentes autores con mi criterio y con mi manera de ser literaria.

 El primer criterio que empleé fue que nuestra planificación tuviera una lógica universal. En ciencia ficción lo saqué del polvo de la biblioteca al amado Isaac Asimov, que me marcó a mis 13 años con una frase para el collage “La autoeducación es la única educación que existe”.

 Leímos el cuento “El hombre bicentenario” que al principio creí que no iba a tener éxito debido a su extensión pero fue todo lo contrario, lo quisieron a Andrew el robot que quería su libertad. Incluso Ismael cuando terminamos de leer quería saber cómo seguía y que leyéramos la segunda parte (porque realizamos un recorte). Pero sí les prometí ver la película con Robín William. Cuando la vimos juntos hubo gestos de emoción, algunos llantos, otros que decían que ya la habían visto, pero también proyectamos la mitad porque el tiempo en la escuela, al igual que en la televisión es tirano.

Para el cuento del siglo XIX elegí el francés Guy de Maupassant que me valió de grandes recuerdos sentimentales con su cuento “Una aventura parisina” pero en este caso leímos “La muerta” del mismo autor.
 Los chicos pudieron relacionar el tópico de la muerte con las diferentes intertextualidades provenientes de su esfera cotidiana (video clips, películas, libros, video-juegos), además de opinar acerca de sus pensamientos entorno a la muerte. En general les parecía algo lejano, algo inconcebible.

 En general les gustó mucho el relato, incluso sus reflexiones y  la producción de sus actividades tenían aires metafísicos y existencialistas. A pesar de la falta de interés por la escuela de parte de los adolescentes, pude filosofar con ellos acerca de los disparadores del cuento que consistían en: la muerte, las verdades y “los cuernos” como decían ellos.

Para cuento policial al principio tuvimos en vista una selección de los mejores cuentos policiales compilados por Borges y Bioy Casares, pero como el cuento seleccionado al principio era muy largo y ya estábamos a punto de terminar la práctica elegimos una sugerencia de parte de Cristian, el experto en policial, entonces me acordé de uno que había nombrado en clase “La loca” de Ricardo Piglia un cuento complejo pero de mucha actualidad. Me parece que el policial fue el tema que más los atrapó porque en la evaluación final se leía en su escritura, crímenes, asaltos, violencia, detectives mezclado con pizcas de amor (léase en el coloquio final algunas de sus evaluaciones).

El último tema era el cuento moderno o del siglo XX, allí inmediatamente pensé en leerles micro-relatos (temática nunca vista en la carrera) allí iban a distinguir mejor el quiebre del cuento clásico con el posmoderno, aparte que es un género literario que singularmente, escribo en mis tiempos de ocio creativo. 

Entonces elegí a Franz Kafka el precursor de los mini-relatos. ¡Para qué! Nos los tiraron por una zanja, nos dijeron que teníamos que completarlo, nos preguntaron si ellos lo podían hacer, que era una “pavada”, que no les pasó nada con Franz, y que les parecía insulso. Por lo menos los convertimos en  excelsos críticos literarios que podrían trabajar, tranquilamente, en la sección cultural de clarín. Toda una joyita artística.

En esta instancia final de mi informe a modo ensayístico haré un diagnóstico de mi pasaje en el aula con mi distinguido camuflaje de profesora de letras.

 Al principio y hasta el final de las prácticas áulicas hablábamos y enseñábamos bajo una cortina musical de murmullos en voz alta, leíamos en medio de un escenario de alumnos que no tenían el tapujo de acostarse a dormir en el banco, poner en altavoz su celular con la cumbia de moda (divertida para mis oídos y cuerpo) pero molesta en un contexto serio y profesional, aparte de cuestionar nuestras clases (ojalá tuviera la valentía de cuestionarles las clases a varios profesores universitarios, pero no me animo en voz alta).

Mi compañera con su postura recta, erguida y con un halo de acatamiento inexorable ponía orden y pedía silencio y en consecuencia respeto (hasta que explotó y sacó a José y a Nacho afuera, yo no sé lo que les dijo pero volvieron como dos pollitos mojados, ella sí que tiene carácter) y yo con mi predisposición al libertinaje (está muy mal lo admito). Realmente no tenía ganas ni era mi intención recibirme de bruja cachavacha (cuido mucho mi estética para no terminar de esa manera).

 Yo en realidad esperaba de ellos que realcen y afirmen su espíritu rebelde (tan valioso pero perdido en nosotros, los jóvenes universitarios) y que ensayen una escritura creativa, experimental, breve que implicara muchas ideas consistentes en relación con los diversos autores literarios que presentábamos y que de alguna manera se identifiquen con ellos para bien, para mal o para la indiferencia absoluta (como intuyo que lo hicieron). 

Esperaba que se transformaran, en una hora y media, que duraba la clase de lengua en personas originales, que puedan debatir ideas en libertad sin opresión, sin velos, sin censuras sin ¡shhhhh! Y que sean adultos en ideales, en convicciones y que la literatura se convirtiera en una vía de rescate a la mediocridad de la sociedad.

 El bolso no la “mochila” como dirían nuestras profes de la práctica que cargamos de soportes didácticos fueron diversos: sopas de letras, pelotas, caramelos, láminas, dibujos, revistas y hasta fuimos escritoras de ciencia ficción (podemos ser escritoras regionales de una temática nueva) eso fue lo más divertido y productivo de nuestro ejercicio profesional (o al menos para mí) me acuerdo aquí una frase del profesor Jacket de la práctica I cuando  nos advirtió el primer día:-“ si ustedes no lo saben hacer no les hagan hacer a los alumnos”-Nosotras teníamos que escribir para que ellos puedan encender la máquina de la escritura ficcional .

Pero estos adolescentes apáticos no querían jugar, pero sí leer y ser escuchados, interrogados, alzar su voz. Allí en el diálogo, como nos advirtió la profesora titular, se disparaba el debate, y por suerte, no se detenía nunca.

Como adolescentes virtuales, estos chicos están inmersos en una cultura y poseen diferentes textos (llámese a textos todas las manifestaciones artísticas y empíricas) que ellos traen consigo resultado del influjo del entorno que los refugia. Los jóvenes del 3er año “B” crearon y practicaron una escritura experimental, jugaron a ser escritores, al igual que lo hacen en las redes sociales que fue logrado con caricias a su subjetividad más honda que, como docentes amateurs, supimos despertar acercándonos a ellos y dándoles siempre el visto bueno a sus ideas incentivándolos a seguir.

Este curso se centró en el diálogo, en voces que no fueron silenciadas, por mi ni por mi compañera  y yo termino (por ahora) con una frase de mi pedagogo preferido, ya que este ensayo fue un homenaje a Paulo Freire que viene a cerrar la puerta, por este momento, del 3ero “B” y de las materias pedagógicas “Defiendo el proceso revolucionario como una acción cultural dialogada conjuntamente con el acceso al poder en el esfuerzo serio y profundo de concientización”.



















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