"En filosofía las preguntas
son más importantes que las respuestas"
Albert Camus
Aquí
estoy de nuevo poniendo en primer plano la saga de la práctica III, la
experiencia peculiar y única de la práctica universitaria; a mi modo panorámico
la experiencia más verdadera y gratificante en donde pude visualizar el afecto
por el conocimiento manifestado por algunos alumnos en las redes sociales y en
persona.
Un
grupo de alumnos de primer año tranquilo, pasivo en donde no pude tener la
oportunidad de crear lazos más cercanos debido a la neutralidad e indiferencia
del profesor suplente. Será un vacío muy grande al pensamiento filosófico que
en la facultad no se asome ni siquiera por la biblioteca (una universidad se
caracteriza por la diversidad y cantidad de pensadores ilustres) a la reflexión
creadora y transformadora.
Algún día la “rangocracia” dará lugar a la
“meritocracia” y llegará un día alguien con las honestas competencias en el
campo filosófico.
Es
muy cruel no dejar entrar por los poros corpóreos la subjetividad, generalmente
esperamos la crítica constructiva envestida de alguna frase destructiva pero
con el tiempo uno la comienza a necesitar y a tomar en cuenta y generalmente
cuando el malón se asoma el individuo avizora sus conductas, sus devoluciones y
sus movimientos y en el campo de la enseñanza aprehender implica rescatar
saberes anteriores de la experiencia y de las lecturas vividas y devolverlas
mutuamente al binomio intercambiable alumno-docente y viceversa y siempre dejar
una moraleja moral, filosófica, literaria o de la disciplina que estudiemos.
Si
bien a mí me faltó, lo admito ese ping pong dialógico con el otro , es decir,“los
alumnos” tuve una micro-experiencia cuando quise recrear el panel de lectura y
hacer que elijan al azar frases disparadoras, fue arriesgado y hoy pensándolo
mejor esa actividad hubiese estado adecuada para un taller literario en un
grupo reducido de alumnos. Sólo participaron tres chicos que realmente
conversaron con el autor en relación con el absurdo y el existencialismo pero
eso impidió que el resto quedase relegado.
Los
temas abordados fueron titánicos yo quería decir y expresar las ideas y
lecturas que a mi criterio serían fundamentales para alumnos ingresantes en
formación esas figuras como Sartre y Camus promovieron la rebeldía social,
filosófica, metafísica para la formación
de intelectuales ácidos y críticos con la misión de no ser engranajes del
sistema encantados por la masa ni por las primeras opciones servidas en
bandeja. Pero para eso me faltaron competencias que a lo largo de la profesión
“abierta” como la enciclopedia de Italo Calvino, obligadamente, las tendré que
adquirir.
¿Pero
qué son las competencias a nivel intelectual? Las competencias se definen como
un grupo abierto e interminable de saberes (saber aprender, saber hacer, saber
ser y convivir) en constante interacción que permiten a las personas realizar
desempeños idóneos que tienen un impacto en su propia transformación personal o
profesional y en su entorno.
Mi
conferencia, entendida como un sinfín de teorías pretendió ser de un corte
intimista en conjunción con las anécdotas de los filósofos que aplicaron sus
paradigmas teóricos a su vida cotidiana como yo necesité del medio exógeno para
aprehender de ellos que se convirtieron en lecturas infalibles para tolerar la
vida o “mi” vida.
Desde
aquella cosmovisión intimista con mis peripecias, y la manera laberíntica de
cómo construí los cimientos para llegar a la lectura de Camus y Sartre, yo
pretendía que los alumnos desarrollasen una relación educativa
profesor-estudiante o educando-educador que fomentase el compromiso, la crítica
constructiva y la apreciación de la obra humana en todas sus manifestaciones
culturales para realizarse como personas y estudiantes.
Para
dejar una puerta semi abierta (no la voy a cerrar brutalmente como lo hice con
la puerta de la escuela media) me quedo con las gratificaciones. La primera es
que tuve un público extra primer año y extra práctica III vino y publicitó mi
clase una amiga y compañera mía de la práctica II me dijo que de ninguna manera
se iba a perder “mis ocurrencias” y que me quería escuchar sí o sí. Mis amigos
de portugués que se han empalagado en el bar de la esquina con mis destellos
“camuseanos” hicieron presencia. Y el fervor de un alumno que asentaba cada vez
que hablaba del “materialismo diálectico”, Marx y cuando pasó exclamó: “¡Esperaba este momento de la clase para
poder debatir!” alegrías del futuro oficio que engalanan el espíritu.
Pero
nunca me olvidaré que una docencia de calidad implica una redefinición del
trabajo del docente, de su formación y desarrollo personal.
Bibliografía
- Figueroa, Medina y Mafileño (2008): “La función docente en la universidad” en Revista electrónica de investigación educativa versión online. Rediev. 10 n. spe: Ensenada.
- Zabalza, M (2003): “Competencias docentes del profesorado universitario: Calidad y desarrollo profesional” Madrid: Narcea.
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