domingo, 5 de octubre de 2014

"Aurea Mediocratis"


"Cuando pones la proa visionaria hacia
una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud
inasible,afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad,
llevas en ti el resorte misterioso de un Ideal"
José Ingenieros


 

No hay nada comparable a lanzar el pensamiento apresado al aire, hacerlo volar, darlo vueltas, tropezarse con él, enfrentarlo, contestarle con imprecaciones; en una palabra oxigenarlo.

 Sí, dejarlo descansar de las exigencias burocráticas, del control de poder que requieren las exigencias académicas, sociales, políticas y mandatarias. Despojarlo de procedimientos formales estructurado por habladurías polifónicas que se repiten sin cesar y que están preservadas en el mausuleo de las ideas repetitivas de los universitarios.

Y me arriesgo a polemizar, porque de antagonismos y rivalidades está hecha la vida desde los tiempos de  Prometeo y  Zeus. Afirmo y considero que los miembros pertenecientes a una academia son figuras sociales  retóricas que nacen con el don del  chupamedismo (neologismo coloquial que ilustra de manera magnánima el concepto hiperbólico que pretendo dar a mis lectores).

 Pero toda esta tradición chupetónica  tiene un bautismo previo sacralizado a través de un sacerdote de túnicas blancas (aludo a ese color porque me viene asociado a la pureza intelectual y pasional del hombre y la mujer aséptico de gérmenes mortales)  vertido con un manantial de agua potable, incontaminable a su alma; bendecido, nada más ni nada menos, con el H2O de la mediocridad.

¿Qué es la mediocridad? me dirán ustedes. El pensador más prolífco que trabajó a más no poder el concepto del aurea mediocratis fue el intelectual argentino José Ingenieros en su libro "El hombre mediocre" y posteriormente lo hizo en su continuación con "Las fuerzas morales". 

En el apartado que se llama la mediocridad intelectual define al hombre mediocre como un ser artificial que posee las partes de su cerebro solo porque la copulación la otorgó: En el verdadero hombre mediocre la cabeza es un simple adorno del cuerpo. Si nos oye decir que sirve para pensar,cree que estamos locos.(Ingenieros, 2007:54)

Todos los chupamedias piensan que si no cumplimos sus órdenes tenemos algún desorden mental. No saben que la rebeldía es fuente primordial del fuego que nos enciende, robarlo a Zeus constituye la autonomía de las ideas, propio de los que tenemos un ideal: Se presume que el modesto nunca pretenderá ser original, ni alzará su palabra, ni tendrá opiniones peligrosas, ni desaprobará a los que gobiernan, ni blasfemará de los dogmas sociales: el hombre que acepta esa máscara hipócrita renuncia a vivir más de lo que permiten sus cómplices.(2007:56).

Qué puedo decir que no se haya dicho. "El hombre mediocre" ha constituido una parte vital de mí, ha sido mi credo, mi dogma, la biblia para una iniciada en este mundo académico lleno de burocracias chupamedísticas laberínticas y cónclaves al estilo vaticano, secretas y sólo difuminadas para unos pocos.

La retórica iterativa es su libreto actoral. Ellos dicen y hacen lo que les mandan para adornar un lugar importante y categórico solo porque el título les porta un designio moral en una sociedad de clases diferenciadas: " Dudan cuando las demás resuelven dudar y son eclécticos cuando los otros lo son: llaman eclecticismo al sistema de los que, no atreviéndose a tener ninguna opinión, se apropian de todo un poco y logran encender una vela en el altar de cada santo" (2007:56).

 Si no seguimos lo que ellos conocen, nos desacreditan, nos desautorizan, temen que les movamos su lugar, que lo lancemos al tártaro, que en realidad, es el lugar  en el que nunca tendrían que escapar. Son modestos repetidores de manuales tienen temor que si faltan el respeto al padre que los bendijo les arranque sus sotanas... ellos callan, callan, para disimular: "Consideran tan nocivo al que afirma sus superioridades en voz alta como al que ríe de sus convencionalismos suntuosos. Llaman modestia a la prohibición de reclamar los derechos naturales del genio, de la santidad o del heroísmo." (2007:55)

Ahora en un aparte les voy a contar mi encuentro con José, lo tuteo por que él sin duda fue y sigue siendo mi psicoanalista. No sé de que corte teórico; si lacaniano, freudiano o jungneano pero me salvó. Creo que pertenezco a un sitio sin nacionalidad, el lugar atribuible a mi condición, un recóndito llamado el limbo de las ideas que no pueden manifestarse.Eso me revela una dificultad convivencial con la gente vulgar (que no suene a discriminación) ¡qué complicado se me hace! pero me reserva de disgustos vomitivos.

El mundo a veces te da vuelta la cara y te escupe simbólicamente y lanza el fluido hacia todas las esferas sociales: amigos, pareja, formación, etc. No me quiero suicidar ni atormentar ni victimizar (que palabra tan cliché,me siento como una niña a punto de ser violada sin escapatoria posible) sino contar el relato de la supervivencia de los solos. Aquellas personas con identidad jurídica que están al margen o son outsiders y no pueden llegar al cielo de Francisco.

En realidad estas personas prefieren ir con Judás, el rebelde,  que traicionó porque le hicieron lo mismo y aunque las coyunturas cristianas prefirieron a Jesús (por chupar la media a Dios claramente) el fue el monarca de otro reino,desviando el camino dictatorial, pero el terreno celestial no es un recorrido biográfico que me atañe referir.Seguramente, deduzco, que se me entrecruzó como un lapsus por los años acaecidos de embole católico que fui protagonista durante mi formación primaria y parte de la secundaria.

Volvamos al gran encuentro con José. Iba una tarde de verano divagando con mis pensamientos saltarines, meditando sobre la figura discursiva del mediocre y ¡Zas! como treta de las moiras lo encuentro en un estante reposando en el supermercado. 

Sí, lo terrible es que no lo conocía y me resurgió, me dió fuerzas para constituirme como sujeto marginal, como mujer que no le llama la atención cumplir con los roles impostados (falsos e inauténticos). Que no me sale y no tengo ganas de cultivar una amistad con el riesgo de infectarme con el germen del sentido común despojado de toda imaginación pertenecientes a las personas comunes que tienen que chupar a otros que aprendierona succionar mejor  a otros  que hicieron un doctorado en lamer y lo transmiten en un cónclave vaticano, secreto y críptico.

¡Basta! me van a decir resentida pero no es así. Ingenieros me dijo que tome la proa visionaria hacia un ideal y mi ideal es correr por el cordón de la vereda, sin otros, conmigo misma, en comunión con los surrealistas... de la vida.


Bibliografía
  • Ingenieros,José: "El hombre mediocre". Editorial Guadal, Bs As, 2007.















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