miércoles, 8 de mayo de 2013

"Amor cortés" (primera parte)



El  amor cortés trovadoresco fue el sustrato fundamental de la poesía castellana en el siglo pre-renacentista de las letras castellanas.
 


Generalmente el amor cortesano era el amor del culto a la mujer. Empezaba asignando al amante el papel de humilde vasallo y a la amada el de soberana (obedeciendo al esquema feudal de la época). El amor cortés era un tipo especial de amor divorciado de la posesión física, basado en el deseo de alcanzarla, practicado por gente de categoría y considerado como fuente de toda virtud y bien. Sus características principales eran: el poder ennoblecedor del amor, la superioridad de la dama y la concepción del amor como un deseo insaciado y siempre creciente.[1]


Vemos en “La Celestina” algunos pasajes que nos anticipan la característica de la superioridad de la dama y su exaltación por el caballero enamorado, por ejemplo: la belleza de Melibea que lo subyuga a Calixto por su magnanimidad. Melibea era superior sobre toda comparación y proporción; Calixto se confiesa: Melibea es mi señora, Melibea es mi Dios, Melibea es mi vida: yo su cautivo, yo su siervo”.



En el “Libro del buen amor”  el archipieste en sus andanzas amorosas describía a algunas damas alabándolas por sus virtudes intelectuales, por ejemplo: una de esas damas tenían “La mente esclarecida” y Sutil y muy letrada, aguda y entendida. La belleza física era también muy apreciada junto con las virtudes corteses (rubia, esbelta, ojos grandes, hermosos expresivos y lucientes y con largas pestañas 432-44). En resumen las muchas cualidades y virtudes de la dama hacían de ella también un ser superior al enamorado sobre todo cuando el galán tenía pocos recursos económicos, como el Archipieste de Hita, y que pecaba de falta de higiene, indecisión  y  atildamiento.


El esquema básico de las relaciones amorosas del trovadorismo en el siglo XII era el siguiente: un joven soltero se enamoraba de una dama casada a quién cortejaba en secreto. La dama bellísima distante y de más alto rango social aceptaba o desdeñaba los servicios del joven trovador que se sometía a ella como un vasallo ante su señor feudal. El trovador podía presentarse a la dama como tímido (fenhedor) suplicante (pregador) enamorado (entendedor) o como amante aceptado (drutz) puesto que la dama era  casada, la vía matrimonial estaba cerrada desde el principio, lo que convertía a este amor refinado en amor adúltero.



Tengamos en cuenta que la edad media oscilaba entre el vituperio ascético y el elogio cortesano de la mujer, pero esta concepción vislumbraba y sacaba a relucir el pecado de la lujuria y la infidelidad inconcebible para una sociedad religiosa y conservadora como fue la edad media. Si para el trovador del siglo XII era el beso gracia ennoblecedora, en las leys d’ amor de mediados del siglo XIV, podía ser cosa deshonesta y ocasión de pecado. El mismo amor que los poetas habían enaltecido como fuente de nobleza y virtud será considerado libertino y pecaminoso hacia fines del siglo XIII [3].



Efectivamente a finales de este siglo, este amor será considerado pecaminoso y por ello censurado en lo que afectaba a la moral: la mujer cortejada será doncella en vez de casada y el cortejo conducirá al matrimonio en vez de ser preámbulo de una relación sexual adúltera.[4]



Este esquema no se cumplirá taxativamente en la obra de Rojas, ya que los enamorados se convertirán solo  en amantes y se sumergirán, Melibea y Calixto, en los más hondos placeres mundanos y el cortejo no conducirá al matrimonio por lo tanto su relación no será adúltera porque no habrá terceros ni desembocará en la unión matrimonial.



Como bien dice Ferraresi Alicia “  La literatura erótica en el siglo XV tendrá como característica la libre pasión del amante despojado de toda moral y guiado por su libre albedrío”. En cambio para Juan Ruíz el amor y la pasión deja preso al amor bueno o verdadero. En el Archipieste de Hita el matrimonio no será el fin último que tenía como objetivo el amor cortés, sino será una puerta de entrada, por ejemplo, para acceder al placer erótico de su enamorada Doña Endrina, sin embargo el matrimonio será algo ansiado para él para así poder casar a una viuda rica. El interés amoroso sesgado por la materialidad económica y su provecho  de que lograse aventajarle se observó tan vigente como en la actualidad. Aquí vemos como  “El amor cortés abría la puerta a la aventura del amor en libertad, sin ataduras sociales ni morales y representaba un sistema complementario y , en cierto modo compensatorio de los deberes conyugales” (Rodado Ruiz:2000:19).



Hay que destacar que tanto Rojas como Juan Ruíz de forma didáctica e instructiva quisieron con estas obras moralizar a una sociedad descarriada acerca de los males que acarreaba someterse a un amor apasionado sin límites guiados solamente por el impulso humano.



Juan Ruíz en su libro “El buen amor”, en su introducción sigue el método del sermón, sitúa el tema tal y como anuncia el título es el “Buen amor” al que opone el amor loco de este mundo por que el ser humano “peca en su flaca condición humana” y poco después añade: “El buen amor es el de Dios”. Esta primera acepción  sitúa al “buen amor” dentro del amor de Dios. Alicia de Ferraresi considera que este amor es maligno, opuesto al amor de Dios: “No es este amor que ennoblece haciéndolo bueno y virtuoso, la esencia de este amor es la mentira; y bien claro lo dice el poeta: “Una tacha de fallo al amor poderoso… es esta: que el amor siempre fabla mentiroso (161)  (Ferraresi 1976:166). Su intención se muestra clara: instruir sobre el “buen amor” y sobre todo el “mal amor”.



El amor loco de “La Celestina” es un amor que enajena, enloquece y no tiene más salida que la muerte el “exemplum” y “moralidad” es que los pecadores mueren como Melibea y además sin confesión y en pecado mortal: el pecado de fomentar y satisfacer un intenso amor cortés sin sentido de responsabilidades. Amor y muerte son los dos extremos de una desmedida sensualidad que presta al tema del amor durante el siglo XV.


Bajo este panorama didáctico -moralizante y en una época marcada por el amor a Dios y en donde la doctrina de la Iglesia católica, uno de los principales poderes latifundistas de la época, difundió la filosofía estoica y la renuncia a los placeres terrenales recibiría como recompensa la gloria eterna, fue preciso relacionar el amor cortés con el concepto elaborado por los grandes pensadores cristianos, en ellos no sólo se refleja la citada alienación del amante en el amado, sino también la idea de que todo amor humano es un amor a Dios que se ignora.



Al adoptar la terminología y la mitología del cristianismo, el amor se codifica, se convierte en rito lo que se llamó cortesía. El amor profano se va a constituir, pues, no en una religión alternativa, sino en una definida forma de vida secular atractiva que en el ámbito de la cultura erudita de fines de la edad media suplanta al cristianismo como fuente de inspiración ética y estética.[6]











[1]  Rodado Ruiz Ana , M (2000) “Fundamentos del amor cortés” en Tristura conmigo va .Ediciones de la  Universidad de Castilla la Mancha pág 16.

[2] (Rodado Ruíz , 2000:16)

[3] De Ferraresi, Alicia “La ambigüedad del Buen amor” en historia y crítica de la literatura española tomo I  Crítica pág 236.

[4] Salinero Cascante M. Jesús “Amor courtis y amor discourtis” en el libro del buen amor del Archipieste de Hita  Universidad de la Rioja España monografía provista por www.biblioteca.org.ar  pág 86.

[5] Gerli Michel “La religión del amor y el antifeminismo en las letras castellanas del siglo xv” en hispanic rewier, Vol 49 pág 1.


[6] Maravall José Antonio: “Mundanización y secularización: el placer de la vida, la doctrina del amor, la experiencia de la muerte” en El mundo social de la Celestina provisto por www.biblioteca.org.ar capítulo VIII.

No hay comentarios:

Publicar un comentario