La paradoja del amor
cortés fue que, en vez de ser el preámbulo previo que realizaba el caballero
cortejando a su dama para finalmente llegar al matrimonio, fuese la excusa
perfecta para evadirlo y satisfacer los deseos inmediatos de los amantes.
Ese quiebre de la
concepción tradicional del amor cortés se vio plasmado con una gran
originalidad en “La Celestina”. Sus
personajes librados al azar, al individualismo pleno, viviendo para el amor erótico instantáneo y cargado de plétoras de libertad absoluta
compusieron la gran obra de Rojas.
“La Celestina” fue innovadora por que los enamorados, Calixto y Melibea , no quieren ser esposos
sino “amantes”. Vivir en pecado, sin unirse por las vías que mandaba el señor,
(actualmente sería una especie de concubinato fuera de los mandatos que
promulgaban las leyes “terrenales y celestiales”). Los amantes quisieron vivir su
amor erótico sin condicionamientos que los llevaría, adrede, a la muerte ¡ y quién
dijo que nadie podría morir de amor! Melibea fue la excepción, ella se
suicidó por amor.
Efectivamente los
personajes de Celestina fueron
proclives al desmesurado hedonismo. Estos jóvenes amantes no querísieron un hogar,
sino un amor. En esta historia la pasión se conviertió en el universo que giraba su vida, y la razón está ciega al placer inmediato del amor erótico.
Celestina dirige a
Melibea estas palabras: “El vivir es dulce” (pág 86). El puro
y simple vivir, como un goce y un valor por sí mismo apetecible está reconocido
en sus internas relaciones por los personajes de La Celestina como base de sus ideas sobre el mundo social.
Melibea estima que es
deseable la juventud. La incitación a los placeres de la vida, el principio de
la universalidad del amor era la base de la concepción del mundo de los
personajes; hasta en sus horas finales cuando Melibea se prepara para saltar de
la torre se lamenta de no haber
disfrutado a fondo su amor “¿Cómo no gocé más del gozo?” se
arrepintió de reprimir aún más sus deseos. En la confesión que hace entonces a
su padre se culpaba de la muerte del joven caballero, pero no de haber
compartido con él la satisfacción de sus ilícitos amores.
Una de las transgresiones
que ocasionaron la distorsión de amor cortés causados por estos rebeldes (llamó
así a Calixto y al Archipieste de Hita porque ambos contaron con esta
intervención), fue la aparición de la “Trotaconventos”
o “Celestina” , es decir, una mujer alcahueta de profesión y avivada en la
magia, como fuerza auxiliar que interviene entre los enamorados cuando el
cortejo del caballero fallaba y no lograba la meta que se propuso con su amada.
El amor cortés permitía y esperaba la mediación de los amigos o confidentes,
pero no de una alcahueta de profesión; apareciendo ésta en la pareja era señal
de que las intenciones del caballero no eran buenas [1]el
empleo de los servicios de una alcahueta destruía el tono místico y carácter
verdadero y puro del amor cortejado cuya actitud adquiría un tono realista e
incluso grosero[2]
Además al introducirlas en la historia daba cuenta perfectamente que las
intenciones del caballero para con su doncella eran solamente satisfacer los
deseos lujuriosos de la carne y , además transformaría al amor en un verdadero
interés redituado en el que sacaría ventaja la alcahueta y terceros, en algunos
casos externos a los beneficios de la pareja.
En el “Libro del buen amor” la trotaconventos para evadir el casamiento
convence al Archipieste el amor por una monja ( además para sacar provechos materiales ) y
por sus gratas maneras que tenían en el amor: “buenas maneras, recatadas,
placenteras, mesuradas, francas, generosas estrofas 1332-1334) convirtiendo de esta
manera el galanteo en un simple mercadeo.
En “La Celestina” el criado de Calixto, Sempronio, al verlo dolido y
herido a su amo por el amor no correspondido de Melibea, lo exaltaba a que su
fracaso se debió al seguimiento de los mandatos y sutilezas del amor cortés y
que por ende, buscaría ayuda en una conocida suya alcahueta. Sempronio y
Celestina tomaron cartas en el asunto sacando dinero a partir de la debilidad
de Calixto terminando con la muerte de los criados y la Celestina debido a sus
ambiciones desmedidas.
¿Pero por qué en “La Celestina” no se habló de matrimonio
ni de matrimonio secreto?
En algunos casos se ha
acudido a la pintoresca solución racista de considerar que un obstáculo del
judaísmo se interponía entre los amantes; en otros casos se podría considerar
que la cuestión del matrimonio era solamente estamental, en las que las uniones
se hacían por acuerdos entre familias y no entraba en juego darle importancia
al amor, aunque en “La Celestina” la
posibilidad del individuo de librarse de la sujeción familiar o estamental
llegando a un matrimonio por amor estaba abierta , ya que preocupado por la
elección del conyugue de su hija Pleberio decía: “En esto las leyes dan libertad a
los hombres y a las mujeres, aunque estén so el paterno poder para elegir”
(59)[3].
“Ser
buena amante a mala casada” prefería Melibea, también como dice Otis: “
No
hay matrimonio secreto por que los amantes están condenados a un castigo
trágico, no hay exultación en el sufrimiento ni largos períodos de “mírame y no
me toques” porque el desenlace debe
desarrollarse con rapidez. “La Celestina” es una obra dramática, no lírica y
tiene que precipitarse su desenlace mediante la acción rápida y vengadora de la
muerte”.
Si no admitimos el
incontrolable deseo del amor mixto
(amor en el que era plausible el goce carnal) la conducta de Calixto se
ajustaba al esquema cortés cantando canciones de desesperación insistía en que
Melibea era su Dios y él su cautivo. Lo que motivó su segunda falta contra el
código del amor cortesano fue su exceso de desesperación y a la recurrencia a
la mediación y malas artes de Celestina, aun conociendo su engañosa profesión.
En el “Libro del buen amor” el autor pareció
oscilar entre la atracción que sentía por el verdadero amor y un dejarse llevar
por el “loco amor”. El mismo
Archipieste señalaba en sus quejas a Don Amor: “ El amor es fuente de todos los males,
aniquila la voluntad del ser humano y le hace perder su alma”. En el
mal amor no había delicadeza ni entrega generosa. Sólo se buscaba el deleite
sensual y sexual y para lograrlo todos los medios eran buenos. Este “mal amor”
se asimilaba a la pasión que no atendía a conductas racionales ni morales.
Tanto en “La Celestina” como en el “Libro del Buen Amor” hubieron condenas y castigos por no haber
aseguido los preceptos del buen camino y guía de Dios, abusar excesivamente y
burlar al amor cortés pasando de largo sus verdaderos fines, como el matrimonio
y entrega de las almas en unión a Dios, como lo dice Otis Green: “La Celestina fue la “reprobatio amoris” la
condenación del amor cortés”.
Esta concepción del amor
como fuerza libre y violenta preparó la antesala de lo que sería el
renacimiento, adecuada con el surgimiento de la nueva clase ociosa. Aquella fundará su estatus en la acumulación de riqueza y no se dedicará
a la producción de bienes materiales. En estas condiciones, el amor para una
nueva clase que ya no guerrea ni lucha es un deporte gozoso , doliente y
arriesgado teniendo en cuenta las graves consecuencias que genera. En este
panorama de nuevos aspectos socio-económicos el amor cortés entrará en juego.

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