jueves, 7 de febrero de 2013

" ¿ Quiénes fueron el grupo de la generación del 37’?"



En la Argentina del siglo XIX emergió un grupo pos-generacional percusor de la revolución de 1810 conformado por jóvenes románticos e idealistas que marcaron un hito histórico, político y estético dentro del Río de la Plata pero captando ideas europeizantes para proyectarlas dentro del territorio.


En  1825 Esteban Echeverría partió a Francia en viaje de exploración cultural al lugar que condensaba todo lo que en esos años el Río de la Plata no tenía (desierto o ausencia de instituciones, de tradición, de herencia cultural, de carrera, de riqueza, de perspectivas de poder)[1].


El viaje de los intelectuales y la perspectiva de retorno se  nutrió  fundamental para que puedan plasmar la idiosincrasia extranjera en ideas, proyectos políticos y estéticos que luego se iban a ver reflejados en las letras vernáculas. El sentido de no pertenencia frente a la otredad territorial y cultural conllevó a un anhelo cuasi revolucionario para emularlo paulatinamente en el Río de la Plata: La nada desértica que promulgara Echeverría empezaba a producir y en consecuencia devenir.


Para  la generación que comenzaba a surgir el viaje a Europa se convirtió en un rodeo para volverse argentino, una vuelta a los orígenes románticos al pasado nacional y al pueblo. Pasando por Europa y por el romanticismo ser argentino debía dejar de ser una fatalidad, una determinación de la llanura par volverse una tarea fundacional[2]. Pero  ¿Cuál iba a ser esa generación y que fundamentos sustentaban?


La generación del 37’ iba a ser esa generación de jóvenes letrados porteños y provincianos que inspirados en una amplia y heterogénea serie de autores y fuentes doctrinales entre las que se destacaba el romanticismo social, promovieron una profunda renovación de la vida pública rioplatense[3].


La propuesta de los del 37’ pretendía reemplazar las orientaciones ideológicas y estéticas que habían prevalecido desde el período revolucionario, juzgaban irremediablemente agotado el ciclo vital e intelectual de la generación anterior, cuyos conflictos tuvieron por desenlace el estrepitoso fracaso de los unitarios y la consolidación de una confederación de provincias soberanas bajo la égida de la facción Rosista[4].


Esteban Echeverría como líder del grupo, cuyas opiniones disentían con las del resto del grupo, proponía replantearse la cuestión de la Revolución de Mayo. Él entendía que se trataba de un proyecto incompleto, pues si bien, se había logrado la independencia y se habían asentado algunos principios democráticos y republicanos, no había podido erigirse un orden institucional que los cobijara. Se necesitaba empezar de nuevo, descargarse de los errores del pasado, regenerar.


La crítica a la revolución tenía que ser puesta en marcha, tenía que ser retomada pero sobre otro terreno :  La espada tendría que ser reemplazada por la palabra, de tal modo tendría que esclarecerse las causas del fracaso de sus mayores como parte del proyecto regeneracionista: “Los jóvenes prescindían de los padres y se situaban en el lugar de los abuelos para conducir desde el curso de la historia y la literatura”[5].


Echeverría proclamaba entonces la necesidad de una figura que recogiera lo mejor de todos los sistemas e ideas, capaz de tomar lo que hiciera falta de Europa atento a los intereses y las condiciones de su propia sociedad.


En esta arena movediza de debates para la institucionalización, la literatura sería el principal discurso emancipador donde llevar a cabo esta acción primordial de la regeneración del 37’.





[1] Rodriguez, F (2006) “Un desierto de ideas” en Las brújulas del extraviado. Para una lectura integral de Esteban Echeverría pág 149, Bs As  Beatriz Viterbo Editora.

[2] (Rodriguez  2006:150)

[3] Laera, A (2006) “Nada se obtiene sin dinero: pérdidas y ganancias de un hombre de letras” en Las brújulas del extraviado. Para una lectura integral de Esteban Echeverría, pág 206. Bs As Beatriz Viterbo editora.

[4] (Laera  2006:206)


[5] Matamoro, Blas “La regeneración” en Revista punto de vista pág 41.







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